Política Historia

Independencia, rosca y crisis política

Un 9 de julio de 1816, en la ciudad de San Miguel de Tucumán, un grupo de treinta y tres legisladores declararon a las Provincias Unidas del Sur “independiente del Rey Fernando VII, sus sucesores y la metrópoli”. Alejada de la historia edificada en la Revista Billiken, esta columna se propone dar cuenta del escenario conflictivo en el que se produjo la voluntad de ser independientes, y establecer una relación con la actualidad, ya que no se aborda un hecho histórico como si se tratase de un museo, sino interpelándolo desde el presente.

1816: Represión de la Corona española e inestabilidad política

El Congreso de Tucumán comenzó un 24 de marzo de 1816, y la del 9 de julio fue una sesión más, ordinaria (no excepcional); el poder ejecutivo de las Provincias Unidas se llamaba Directorio.

A finales de 1815, el general uruguayo José Rondeau, con el Ejército del Norte sufre en Sipe-Sipe, o en la cuesta de Viluma, actual Bolivia, una derrota contundente. El general realista Joaquín de la Pezuela, tomó por la espalda a los generales de Rondeau y le asestó un golpe categórico, con 1200 muertos, y 1800 prisioneros. Una vez más victoria realista en el Alto Perú y preocupación para los patriotas, por la ofensiva española.

Además, en Europa sucede una cuestión clave: la derrota en Waterloo, de Napoleón, que provocó que el rey Fernando VII vuelva al poder. Su intención es retomar el dominio de las tierras sublevadas, por lo tanto, va a implementar una táctica represiva.

Desde 1810, la idea de crear un gobierno que fuera legitimado Buenos Aires y las provincias había por lo menos tambaleado, la Primera Junta, la Junta Grande, los triunviratos, y en 1816 había un poder unipersonal, un director supremo.

La regla era la inestabilidad política, y en esta línea se suma una fecha clave, la del 29 de junio de 1815, en la que el federalismo rioplatense al mando de José Artigas, venció a las tropas que defendían al director supremo Carlos María de Alvear.

El historiador Tulio Halperín Dongui, en su clásico libro Revolución y Guerra, cuenta que en 1816 el único proyecto político en pie era el de la Liga de los Pueblos Libres de Artigas. La Banda Oriental, Santa Fé, Entre Ríos y Corrientes expresaban un proyecto autonomista, y se oponían a que las decisiones se tomaran desde la ciudad puerto. Mientras, tras perder el Alto Perú, la única defensa del norte, eran cientos de paceños, cochabambinos, jujeños y salteños, con el gauchaje al mando de Martín Miguel de Güemes para frenar a los españoles. Rondeau estaba peleado con el Güemes; Rivadavia, activo desde 1811, y con buenos lazos con la burguesía comercial porteña, celaba a San Martín, y Manuel Belgrano desobedecía al propio Rivadavia y creía que lo boicoteaba. Las provincias querían elegir sus autoridades y ser parte de la mesa de discusiones.

Es en ese contexto de “grieta” y de crisis política que se realiza el Congreso de Tucumán. Queda claro así porqué se trasladó la reunión legislativa al interior, y la necesidad que ese mismo interior participara de la declaración de independencia.

Las discusiones sobre las formas de gobierno

¿Cuáles eran los proyectos políticos que se debatieron en aquel Congreso? ¿Qué formas de gobierno pensaba la política de aquel entonces?  José de San Martín y Manuel Belgrano pensaban en un modo de gobierno “a la europea”; lo que se estilaba en la europa restauracionista (porque los reyes retomaron el poder) era una monarquía parlamentaria, o sea un rey que sus decisiones fueran discutidas por el parlamento.

Belgrano fue más allá con la idea y argumentó que el trono fuera ocupado por un rey de los pueblos originarios, un rey Inca, en una América de alta población indígena. Juan Martín de Pueyrredón, por su parte, planteó traer al príncipe italiano De Luca. Las palabras de Tomás Anchorena, diputado de Buenos Aires y de gran fortuna, dio cuenta de como pensaba la clase alta porteña: le contestó a Belgrano y a la idea de un rey Inca, “No se puede coronar a un rey de la casa de los chocolates”.

Muchos años después y en otro contexto en Bolivia, la clase pudiente santacruceña, decía que “no era posible que gobierne un indio”, cuando asumió Evo Morales, declaración que tuvo cierto eco en la clase alta porteña. Lo de Bolivia no es menor porque en este 9 de Julio de 1816 votaron por nuestra independencia los diputados de Mizque, Chichas y Charcas, del Alto Perú. Es decir que argentinos y bolivianos fueron parte de esta fecha patria. Y no estuvieron invitados por las contradicciones que marcamos los legisladores de la Banda Oriental, por el mal vínculo con Artigas.

El pasado y las necesidades de nuestro tiempo

En una entrevista, el historiador e investigador del Conicet, docente en la Universidad de Tres de Febrero y de la Universidad Nacional de Quilmes, Roy Hora, opina que el país que se declaró independiente en Tucumán poco tiene que ver con el actual, y que las Provincias Unidas eran una entidad fantasmal. Si bien puede ser cierto que las Provincias Unidas no actuaron como unidad, la declaración de la Independencia también marca la vocación de vivir juntos. Y aunque parezca que hablamos de tiempos inmemoriales, existen problemáticas que nos atravesaban en aquel entonces, y que con diferencias nos interpelan hoy.

¿Cuál es la vocación de vivir juntos, de un destino común llamado Argentina, si nos odiamos? ¿Cómo ser una homogeneidad si un grupo político quiere terminar con otro, y  una parte de la política o de la opinión pública declara que “hay que terminar con el Kirchnerismo”? ¿Cómo ser independientes ante poderes transnacionales que quieren quedarse con nuestros recursos? ¿Qué grado de independencia tiene la Argentina si el poder económico y financiero que nos somete, también, y a la vez, podría generar inversión y crecimiento en el país?

Se trata de algunos interrogantes para complejizar el tema de la independencia y pensar el nuevo aniversario de un 9 de julio.

Tal vez por eso esta declaración actual de la independencia necesite de las Provincias Unidas del Sur, de ese “fantasma” que cada tanto nos vuelve a hablar al oído. De una Latinoamérica Unida.

El Presidente Néstor Carlos Kirchner, el 9 de Julio de 2006, convocaba a los pueblos americanos: “Decimos a todos los hermanos de Latinoamérica que es fundamental seguir consolidando los objetivos de la Patria grande, y junto a los pueblos latinoamericanos, construir una voz fuerte que se levante en todo el mundo para defender los intereses de nuestra región”. El general Perón decía que el siglo XX nos iba a encontrar unidos o dominados, y parece que la misma premisa se trasladó al siglo XXI. Como el mismo Perón declaró la independencia económica en 1947, en un acto también de soberanía en el suroeste de la Provincia de Buenos Aires, en Saliqueló se inauguró hace solo unas horas, el Gasoducto Presidente Néstor Kirchner.

Tal vez la soberanía en este siglo también se juegue en términos energéticos.  La extracción y el uso del gas para el desarrollo local, parece preocupar al gobierno que como garantía tiene a Cristina Fernández de Kirchner. Recordemos que la vicepresidenta en varias de sus alocuciones, y con especial énfasis cuando estuvo a cargo de sus dos gestiones de gobierno, llamó a resignificar la soberanía.

Ayer y hoy la Argentina y los pueblos de América, las Provincias Unidas del Sur, continúan luchando: por una nueva independencia, un nuevo 9 de julio, en definitiva una nueva patria.

author: Matías Escot

Matías Escot

Docente de Historia y aficionado a la literatura. Profesor en escuelas públicas y privadas. Creador del sitio web www.relatosdelsur.com. Participa del proyecto Pensar el Pasado en la Escuela del Futuro, en la Universidad Nacional de Quilmes.

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