Acá se puede leer la primera parte.
Mitre, el primer lector de Belgrano
El primero que escribe sobre la vida de Manuel Belgrano fue Bartolomé Mitre, Presidente de la Nación, y un precursor de los estudios históricos argentinos, aunque fue juez y parte de esa historia que contó. Historia de Belgrano y la Independencia Argentina (1887), es el texto. Mitre corona un buen trabajo, incluso con una acertada metodología de investigación, aunque lo que llama la atención es lo poco que Mitre imitó a Belgrano, teniendo en cuenta su presidencia, y su andar político posterior. La economía que pregonaba Manuel era de tinte nacional e industrialista, de producir valor agregado, y de evitar por todas las vías el endeudamiento con el extranjero. Muy distinto al liberalismo mitrista de apertura comercial y deuda crónica con los capitales ingleses, realizado por el expresidente, y la calle más larga de la Capital Federal.
Cristina y la defensa de la patria
Una expresidenta, que creemos que estuvo más cerca del ideario económico belgraniano, dijo en junio de 2022 acerca de este patriota:
“Un día tan especial como es hoy 20 de junio, donde recordamos a Manuel Belgrano, nos contaron que creo la bandera, pero no sólo eso, hizo lo que tenía que hacer para defender a su patria en cada momento y en cada lugar”.
Las palabras son de Cristina Fernández, que enaltece la figura de este intelectual. Si bien hay contextos diferentes en la defensa del país contra el buitrismo internacional financiero, contra el endeudamiento serial, y en la apuesta de un mercado interno, contra el desarrollo hacia afuera, la ex Presidenta, 2007- 2011, y 2011-2015 pareció estar más cerca del ideario del General, y la defensa de los intereses nacionales. Tal vez CFK hizo lo que debía hacer aunque fuese incómodo y confrontara con el establishment. El capítulo económico y el análisis de sus escritos quedará para otro artículo.
Contemos sobre este patriota, devenido en general de un Ejército, de hombres que le faltaba formación, que tenía buenos jefes de tropa, pero con internas entre ellos. (Dorrego, Arenales, Forest, Díaz Vélez). Y un Manuel Belgrano, que como vamos a contar no sólo se apoya en sus generales, sino en el pueblo norteño, en los habitantes altoperuanos. Es necesario comprender que el teatro de operaciones en las guerras de la independencia no sólo es el norte argentino sino también la actual Bolivia, y parte del Perú. En Potosí, Chuquisaca, Cochabamba y Potosí valerosos héroes anónimos pelean junto al General y su ejército ante las embestidas del general Pío Tristán y del cruel ejército realista comandado por José Manuel Goyeneche.
Podemos darle dimensión a la figura de este General, en algunas actitudes, las mismas nos permiten comprender la historia no como una trama que produjeron individuos y próceres, sino como una gesta colectiva. Eso fue lo que sucedió guerreando en el norte para hacer la patria.
Una de las escenas fundamentales de esta historia, es la siguiente la orden del Triunvirato era rearmar lo que quedaba de este derrotado Ejército porque el general realista José Manuel Goyeneche, al mando de tres mil hombres iba a invadir los territorios de Salta y Tucumán, entonces debía reordenar y presentar batalla.
El Norte y el pueblo en armas
El problema moral para nuestro General patriota se suscita porque en Salta el Triunvirato lo obligó a retroceder a Tucumán y le exige que continue hasta Córdoba. Manuel protestó pero la orden de la institución porteña fue tajante. Y allí comienza una larga noche de septiembre en que Belgrano no va a dormir hasta el amanecer, hasta que con la primera alborada tome su decisión.
El liderazgo militar de nuestro hombre estaba apoyado por el coraje y los conocimientos tácticos y estratégicos de Estoquio Díaz Vélez y otro imprescindible, Manuel Dorrego, cuando ellos se enteraron que debían seguir camino a Córdoba, y dejar libre el norte a favor de los españoles pusieron el grito en el cielo. Fue en Tucumán que aquella noche después de comer se presentó el gobernador Bernabé Araóz y su primo sacerdote para pedirle que no le dejara la ciudad al enemigo, que el pueblo tucumano lo iba a acompañar. Sin pedir permiso. Díaz Vélez y Dorrego entraron a la tienda del general y lo convencieron de dar batalla.
- No podemos seguir retrocediendo general- afirmó y luego preguntó-: ¿Hasta donde vamos a seguir huyendo? - la voz firme de los generales lo convenció, más cuando Díaz Vélez le informó que la tropa estaba de acuerdo en hacer pie en Tucumán.
Belgrano le escribió una carta explicando las razones a una de sus más firmes adversarios, tal vez enemigo, a Bernardino González Rivadavia, quien como secretario del Triunvirato empezó a operar políticamente, y a tener influencias en la burguesía porteña, tanto será así que será un hombre clave en la década del 20’. La respuesta de Rivadavia fue tajante, y terminaba diciendo que la decisión le otorgaba los más altos cargos de responsabilidad, debido a que estaba en juego la defensa nacional. Esto quiere decir que si fallaba la defensa contra los españoles iba a ser fusilado. Imaginamos que Manuel no durmió unas cuantas noches, pero Aráoz lo convenció que el pueblo tucumano era fiel, y no le iba a dar la espalda.
El General Manuel Belgrano eligió al pueblo altoperuano, a los cochabambinos, a los salteños y tucumanos, a los leales guerreros jujeños y a sus generales, confió en ellos sabiendo que podría pagar la osadía de desobedecer al poder central con su propia vida. Se dará lugar a una de las grandes batallas de nuestra historia, la batalla de Tucumán, que resultó triunfo patriota.
Crear una bandera, es crear una Nación
Imaginemos a Belgrano, que había sido un funcionario de la corona española en el Consulado, digamos en lo que era en aquella época, un ministerio de hacienda, en una oficina tal vez con ciertas comodidades. Ahora galopa y mira fijo el Paraná, esa línea donde pareciera terminar el río, clava la vista en el horizonte, y siente que es necesario desobedecer las órdenes de Rivadavia, de no crear un pabellón.
Para ubicarnos, más o menos a 600 metros de donde está el actual monumento a la bandera en Rosario, su ejército desfila mientras flamea el pabellón nacional en las costas de aquel río. Fue un 27 de febrero de 1812, donde por vez primera se presentaba nuestra insignia patria. También en nuestra bandera están presentes las mujeres, son aquellas hilanderas que cocieron ese paño, que, en los últimos días de aquel febrero del 12, va a ser el estandarte de los soldados en cada batalla para liberar la patria.
Como dice Hernán Brienza, Belgrano estaba creando una Nación en un acto de rebeldía, ya que el poder central en Buenos Aires lo desautorizó le ordenaron no crearla. Manuel no sólo desobedeció sino que la entronizó en el norte, en un rito que era muy común, y daba nacimiento a una nueva Nación.
Una vez creada, existía un acto religioso, que era la entronización, y esto aconteció en San Salvador de Jujuy. Parece que la bandera también flameó en estas tierras. Fue precisamente en la plaza central de la ciudad. Mientras se izaba la bandera, hubo unos quince cañonazos de salva, y el festejo de muchas y muchos pobladores con sus críos, que se habían dado a la cita. Como dijimos la ceremonia religiosa había sido presidida por uno de los tantos sacerdotes que estaban atravesados por las ideas ilustradas. Nacido en Salta e hijo de un terrateniente el curita revolucionario era Juan Manuel Gorriti, quien compartía ideas con el tucumano Bernardo de Monteagudo, había sido diputado de la Junta Grande. Era una especie de “cristiano entre los moros” en términos políticos, porque si bien se reunía con unitarios, tenía ideas políticas federales, creía que los Cabildos de cada lugar debían defender las políticas, en definitiva, era un autonomista.
La cuestión que una vez izada se dirigieron al altar de la parroquia donde invocando a la Virgen, y ante aquella comitiva política militar, Gorriti bendijo nuestro símbolo patrio. De esta manera nacía la bandera que nos iba a identificar para siempre, nacía una Nación.
Belgrano participa en dos batallas fundamentales de nuestra historia, la mencionada en Tucumán y Salta, (febrero 1813), por esas dos batallas recibe una cuantiosa suma que la donó para crear dos escuelas. Y una cuestión más que lo destaca no solo nombró en jefatura a Martín Miguel de Güemes, para defender la Quebrada de Humahuaca con su escuadrón gaucho, sino que nombró a una mujer como jefa. Belgrano no sólo nombró generala a Juana Azurduy, sino que, por combatir ferozmente en el campo de batalla, el General patriota le regaló su propio sable.
Esta es nuestra historia, estos son los hombres y mujeres que forjaron la patria, no se trata de individuos fuera de lo común de próceres, sino de hombres que aceptaron el desafío y se comprometieron con su deber. A 204 años de su partida física Belgrano nos conmueve, nos interpela, y en épocas donde se exalta la individualidad de manera casi tiránica, nos hace reflexionar si en vez de próceres, este país se gestó con patriadas colectivas. Cada vez que flamea la bandera, ahí anda cabalgando Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, con su Ejército del Norte, con los hombres y mujeres de Cochabamba, Salta, y Jujuy, ahí andan miles, haciendo rendir al león. Levantando a la faz de la tierra, una nueva y gloriosa nación.
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