Militancia Peronismo

La resistencia peronista en carne y hueso, con huevos, ovarios y corazón

El regreso de Perón a la Argentina luego de 17 años de exilio forzado se logró gracias a la lucha del pueblo, que en ningún momento claudicó ante la adversidad impuesta por distintos regímenes dictatoriales y democracias blandas. Baschetti presenta relatos en primera persona de quienes conformaron la Resistencia Peronista.

El 17 de noviembre se conmemora el Día de la Militancia Peronista, en recuerdo del regreso triunfal del general Juan Domingo Perón a la patria, luego de 17 años de injusto exilio al que lo arrojaron la oligarquía, el capital concentrado y el imperialismo. Ocurrió el 17 de noviembre de 1972.

Lógicamente esa vuelta, ese “Perón Vuelve” escrito de millones de maneras diferentes por tres generaciones de argentinos a lo largo y a lo ancho del país, no fue una gracia del sistema, sino que fue el resultado de una lucha a muerte contra el mismo, en el que se impuso la voluntad popular.

He aquí diferentes relatos que dan cuenta de esta épica batalla que libró nuestro Pueblo.  

JUAN UBALDO BONINO. “El 13 de octubre del 55, cae la Infantería de Marina a Ducilo, a sacar el busto de Evita, que nosotros habíamos puesto en un ingreso de la fábrica. La gerencia nos llama a los delegados que estábamos. Y nos negamos rotundamente a sacarlo nosotros. Entonces el gerente nos dice ‘mire que lo van a tirar al suelo’; ‘que lo tiren y después esperen las consecuencias’ respondimos. Lo tiraron. Cuando tiraron el busto de Evita, paramos la fábrica, en forma inmediata. Y estuvimos parados como tres, cuatro días. El sentimiento era de angustia, mucha angustia.... Y si hubiéramos tenido armas, nos hacíamos matar. Estábamos dispuestos a todo. Pero no teníamos con qué luchar. Y no sabíamos cómo luchar...Después aprendimos con el tiempo. Después aparecieron las pintadas, las bombas molotov, y otros detalles, que no se pueden contar en público (se ríe).”

RUBÉN ADRIÁN POLESE. “Aunque fue muy distinta la experiencia de cada grupo, todos eligieron reconocerse como comandos peronistas. Sobre ellos cayó la represión desde el primer día, muchos poblaron las cárceles de todo el país o perdieron sus trabajos y afectaron a sus familias. A salto de mata, perseguidos, comprendieron las nociones básicas de la clandestinidad y la conspiración, el lenguaje de los gestos y los símbolos callejeros que anunciaban públicamente que nada estaba cerrado, que no los habían vencido. La Resistencia Peronista, en todas sus instancias, fue un fenómeno masivo, multitudinario. La mayoría de los peronistas, que no formaban parte de los grupos más expuestos como los comandos o los cuerpos de delegados, mantenían viva, en la intimidad, la tozudez de su identidad. Para el pueblo peronista el camino impuesto por una minoría sangrienta no sería su destino, sino su memoria”.

AVELINO MANUEL RODRIGUEZ. “Nosotros acompañábamos a la resistencia obrera. Había mucha actividad gremial, con los cuerpos de delegados y las comisiones internas. Yo fui el primer obrero que entró a la sección de motonetas (Siambreta). La fábrica toda trabajaba a destajo en los tres turnos. Durante la huelga de fines de 1956 el ejército rodeaba la fábrica, pero nosotros hacíamos las asambleas dentro de la fábrica, y a veces afuera, en una cortada cercana a la Siam, calle Molinedo al 1600. El paro fue total. Nos juntábamos con los delegados en un bar cercano para tener información sobre la marcha de la huelga. Al final, cuando se levanta ésta, era fin de año, y la empresa nos regala un pan dulce a cada obrero. Decidimos colgar todos los panes dulces en la alambrada perimetral de la fábrica, como señal de protesta, lo tomamos como una burla de la patronal hacia nosotros”.

ALBERTO TOSSO. “El comisario de la zona de Villas Industriales hacía constantemente rondas por las calles, y cuando veía una pared que decía 'PERÓN', golpeaba en la casa, lo hacía llamar al dueño y lo obligaba a pintarla de nuevo. Y nosotros al otro día íbamos y le pintábamos toda la zona. Recuerdo que en un acto del 9 de Julio le llenamos un auto con fotos de Perón, y cuando los pibes rompían la piñata caían las fotos de Evita. Después nos cansamos tanto que le robamos la máquina de escribir de la comisaría y junto con el auto que tenía, se los prendimos fuego en Villa Caraza”.

ROBERTO MIGUELEZ. “El grupo de Lanús fue a Bahía Blanca a una cantera y se trajeron 27 cajones de gelinita. Nos habían dado el dato de que en esa cantera había una casilla donde guardaban el explosivo. Fueron con una estanciera de Telefónicos, un pibe hizo de chofer y el acompañante era un hombre que había sido de la Marina, que lo habían echado, pero tenía la pilcha de marino. Así que fueron una noche, cortaron el candado, cargaron los cajones y se vinieron para acá, como tenían el uniforme nadie los paró”.

ALFREDO CARLINO. “Cuando Hugo del Carril entra a la cárcel, los presos se enteran y se ponen a cantar la Marcha Peronista. Él, que iba custodiado a su celda, se para y también la canta con todos los demás 'a capella'. Y en el medio los custodios que no sabían que hacer. Imagínese, algo realmente surrealista…”.

“LA FUERZA ES EL DERECHO DE LAS BESTIAS”. Cuatro jóvenes de la resistencia instalaron en una casa de Lomas de Zamora un viejo mimeógrafo a mano, en improvisado taller cercano a una comisaría. En las vísperas de Navidad de 1956 empezaron a copiar el libro de Perón. Con medios muy precarios –no había electricidad- los muchachos impresores (Eduardo Manso, Humberto Castañares, Rubén Decarloantonio y Mario Massouh) lograron en pocos días una tirada de 350 ejemplares, prologados por el compañero Martín. La carátula dibujada por don Juan Lamela presentaba la figura de un enorme filibustero con sable y cañón, arrasando con todo lo que había a su alrededor, en tanto tenía afirmados sus pies sobre dos naves de guerra que lo transportaban, si no recuerdo mal, una con los colores sajones y la otra con los colores yanquis. Los paquetes con el impreso debieron salir del taller de la calle Los Palos Borrachos bajo el papel de regalo para no ser descubiertos

JOSÉ LÓPEZ. “Nos reuníamos en grupos para ponernos en las colas de los colectivos y comenzar a hablar, diciendo que estábamos mal, que no hay trabajo, que con los militares no se puede hablar siquiera etc. Y cuando se armaba el barullo dentro de la misma fila -porque otros se prendían en la discusión-, nos íbamos con nuestra gente a otra cola y a empezar de vuelta. La idea era que la gente se interesara por lo que pasaba en la realidad. También lo hacíamos en la pizarra de los diarios”.

FERNANDO MANES. “Yo tuve en mi casa varios allanamientos, no te puedo decir cuántos porque perdí la cuenta. Y una vuelta vino uno, del que no me voy a olvidar nunca el nombre: Boloco, se llamaba el comisario que estaba a cargo de eso. Pero antes te cuento como se fueron desarrollando los hechos. Como yo tenía amistad dentro de la comisaría, viene un vigilante que había estado en la Juventud Peronista, que era evangélico y a los compañeros le decía 'hermanitos' y le dice a mi señora: 'Señora, ¿no está el hermano Fernando?'. Mi señora le dice: 'No, en este momento no' y él le dice: 'Por favor en cuanto llegue, dele este papelito y dígale que a todos los que están anotados ahí, esta noche le van a visitar la casa'. Iba a venir la policía. Entonces llego a casa y me dice mi señora: 'Mirá Fernando vino un vigilante que me dijo si estaba el hermanito Fernando y le dije que sí, que sabía quién era ¿desde cuándo sos el hermanito, vos?' y le digo, 'No, pasa, que ellos practican una religión que son hermanos entre ellos'. 'Pero me dejó esta lista' me dice. Ahí estaban los Cutreta, García, yo, Toscano. Enseguida saqué la bicicleta para avisarle a todo el mundo, que nos iban a venir a visitar después de las diez de la noche. Y así fue. Vinieron y viene este comisario loco y le dice a una sobrina mía cuando vio las fotos de Perón y Evita que estaban ahí colgadas: 'Señorita agarre esos dos cuadros y póngalos detrás de la heladera, antes que entren los vigilantes. Que no se vean'. Y se sentó delante de la heladera. A mi señora le temblaba todo y él le dice: 'Quédese tranquila señora, le voy a decir una cosa para que se tranquilice. Yo ya vengo recomendado, yo ya se, que el señor Manes es peronista, pero no es como esos locos que andan por ahí”.

ARNALDO VOLPATTI. “Mi misión era ir a lugares peligrosos a poner: '¡Muera Rojas. Aramburu asesino!'. Íbamos con dos compañeros (Alfonso Ramos y Ledesma -'El Bombero Loco'-), con dos tarros de pintura y dos pinceles. Teníamos que ir, por ejemplo, al lado de la Regional de policía, a lo de un ñato que era 'contrera' y escracharlo; en dos segundos le dejábamos toda la casa pintada y rajábamos. Muchas veces hubo canas que nos vieron, que para mí eran peronistas y no nos detuvieron (...) cuando había una huelga general de transportes y alguno 'carnereaba', como vulgarmente se dice, yo tenía un taller, una motoneta y hacía 'miguelitos' con otros compañeros. Íbamos de noche con la motoneta, y tirábamos en las cunetas, entonces los colectivos que carnereaban quedaban todos patas para arriba...”.

ANÓNIMO. Un verso del pueblo que hizo furor en la época: “Fumando un puro me cago en Aramburu / Y si se enoja también me cago en Rojas / Y si se siguen enojando / También me voy cagando / En los de la Libertadora”.

JUAN MOGLIONE. “En Escalada -Remedios de Escalada- donde está el puente, una noche fuimos y pusimos la bandera de Argentina, la bandera peronista y le cortamos el cordón. Nadie las podía bajar. Yo me acuerdo que a la mañana siguiente fui a trabajar y habían venido los bomberos con la escalera a sacar las banderas. Hacíamos todas esas cosas (…) Cuando estaba la 'Fusiladora' un tal Sumo había intervenido la Unión Ferroviaria, era un hijo de puta. Íbamos a las reuniones del gremio y un día sacó el revólver y tiró dos tiros al aire desde una especie de escenario. A ese tipo -que Dios me perdone- le colocamos una bomba en la puerta de su casa, le volamos la puerta y la ventana. Era grande la bronca...”.

EDILIO QUIROGA. 'Como no podía ser de otra manera, fuimos invitados al almuerzo, ceremonia que los pobres ofrendan en esa cultura de los trabajadores de hermanarse compartiendo lo poco que tienen y la inmensa ternura y calidez de sus hogares. Lo recuerdo bien, hasta los olores de la cocina y el imperdible aroma de un guiso de porotos y carne de cortes económicos, vino en damajuana, el infaltable sifón y panes caseros. Almorzamos en el comedor, que era el 'local' del P.J. frente a un cuadro grande desde donde, el 'General' montado en un caballo pinto, nos saludaba con una mano en alto. Sobre un mueble que apenas sostenían tres patas y la faltante reemplazada por un cajón de verdulería, nos sonreía la imagen con el clásico rodete de la 'abanderada de los humildes', homenajeada con un racimo de flores y unas velas que seguramente se prendían por las noches'.

HUGO ALDO SANTILLÁN. 'En el '66, cuando se firma el decreto de Onganía, viene la Federal a Bella Vista, Tucumán. Yo estaba de turno ese día porque era época de molienda. Yo atendía una máquina del trapiche -que era la que mueve los cilindros y tritura la caña-. Entraron armados hasta los dientes un grupo numeroso y nos apuntaron con las armas a los efectos de que paráramos las máquinas en seco, y era una locura pararlas en seco, por la presión del vapor que tenía toda la maquinaria en general del ingenio, en especial la del trapiche. Después de algunas discusiones en las que participaron los técnicos, lograron convencerlos a los policías que eso era gradual, que no se podía parar, así como así. Pero ahí hubo una reacción de algunos obreros que, desde una altura determinada, donde funcionaban los tachos de cocimiento, tiraron agua hervida a los policías, tuercas, tornillos, lo que encontraran... No salimos y ahí empezó la gran lucha de Bella Vista...'.

JULIO LESCANO. 'Yo les he enseñado algo a los changos... estaba la famosa policía motorizada de la Federal de Buenos Aires y los chicos de acá de Tucumán habían puesto dos filas de bolsas y claro los de las motos las han saltado. Llegaban fácil a nosotros. Entonces yo les digo, 'no sean pavos ¿cómo van a hacer eso? Usen el alambre. ¿Han visto que hay naranjos de los dos lados de la calle? Aten el alambre a los árboles, a metro, metro y medio. Los tipos no los van a ver'. Y así fue. Quedaron enganchados ahí arriba y se caía de las motos. ¡Hemos ganado! Han abandonado los tipos y ya después ha sido la noche (nos han buscado entero... rompían las casas... hacían injusticias, iniquidades)'.

JUAN RAYMUND GARONE. 'Antes de exiliarme, un día me presento en la CGT y solicito una entrevista con Patrón Laplacette, que ejercía las funciones de interventor. El asunto que me llevaba era el de los recursos económicos. Nos habían cortado los víveres, vale decir, no contribuían con la cuota establecida en la época de Perón. Cuando hablé con Laplacette me di cuenta que éste no sabía nada de la ATLAS. Llamó al Secretario de Hacienda, que vino fumando su pipa, y tampoco sabía nada. Yo insistí, sabiendo ya en ese momento que no conseguiría nada. Laplacette se ofuscó; es más, yo lo había desafiado: cuando me ofreció un whisky le contesté: 'No, gracias. Disculpe, pero aquí a más de un café no estamos acostumbrados'. Quedó desubicado'. 

RODOLFO JORGE WALSH. 'Los sindicatos no estaban preparados para esa guerra a pesar del número de afiliados (seis millones en 1953, según la CGT), y de los cuantiosos fondos con que contaban. Enfrentaron la embestida y fueron deshechos. La revolución libertadora intervino la CGT, derogó la ley de asociación, asaltó locales, encarceló dirigentes, disolvió hasta los cuerpos de delegados. Nace entonces una etapa oscura y heroica, que aún no tiene su cronista: la Resistencia. Su punto de partida es la fábrica, su ámbito el país entero, sus armas la huelga y el sabotaje. Las 150.000 jornadas laborales perdidas en la Capital en 1955, suben al año siguiente a 5.200.000. La huelga metalúrgica del '56 es una de las expresiones más duras de esa lucha. Empieza la era del `caño´, de los millares de artefactos explosivos de fabricación rústica y peligroso manejo, que inquietaron el sueño de los militares y los empresarios (...) Era una lucha condenada por falta de organización y de conducción revolucionaria, pero alteró el curso de las cosas, derrotó las fantasías del ala más dura de la revolución libertadora y facilitó el triunfo de su ala conciliadora y frondizista'.

SANTIAGO SENÉN GONZÁLEZ. 'Los métodos usados por la Resistencia Peronista para exteriorizar su oposición al régimen eran de una creatividad impresionante. Dos casos diferentes sirven como muestra. El dirigente Jorge Di Pascuale (Farmacia) tenía marcada en las suelas de sus zapatos la clásica V de la victoria con una P en el medio de la abertura. Cada vez que se cruzaba de piernas dejaba ver ese gesto de rebeldía y el deseo de la vuelta de Perón al país. Por otro lado, en Rosario, el periódico 'Juancito' recomendaba a los 'compañeros tener su propio 'gorila': Elíjalo en su club o dondequiera. Cuídelo, pero sea un poco perverso. Haga su vida divertida. Cualquier cosa servirá. Rompa sus ventanas, haga pis en su jardín, mándele notas anónimas, haga sonar su timbre a las tres de la mañana. Cuando llegue la hora indicada, el hijo de puta sabrá que es un hombre marcado (…)  Otra: en el Congreso Normalizador de la CGT, Los asistentes peronistas idearon un modo jocoso de protesta: desde la altura del palco, comenzaron a bajar mediante hilos unos pequeños gorilas de felpa negra que llegaban hasta los rostros desconcertados de los simpatizantes de la Revolución Libertadora. Uno de los impulsores era Antonio Da Costa (Textil), otro dirigente inhabilitado'. 

CARLOS DEL FRADE. Ciudad de Rosario. 'Enfrentándose a tanques, José Mármol, un estibador, perdió el riñón y la memoria cuando tiraba piedras en 27 de Febrero y Ovidio Lagos. Lo último que recuerda fue que gritó. 'Viva Perón carajo!'. Después el Hospital y la desocupación. Su historia se repetiría por miles (…) En las calles rosarinas, mientras tanto, portuarios, metalúrgicos, textiles, amas de casa, pibes que hasta hace unos días pateaban una pelota de goma, se auto-convocaban para defender 'al General' (…) Panfletos envueltos en pañales, cumpleaños de quince que servían de encuentros políticos, bombas caseras aprendidas de viejos anarquistas y florcitas 'no me olvides' en los ojales de los sacos, formaban parte de la resistencia cotidiana'.

ROBERTO “TITO” COSSA. “Año 1957. En una de las pruebas de velocidad que se corrió un domingo en el velódromo, estaba anotado un ignoto corredor sanjuanino apellidado Perón. Fue la estrella de la carrera. Salió último, pero su nombre fue coreado con entusiasmo, todo el tiempo, por la tribuna”.

JULIO ÁLVAREZ. “Nosotros resistíamos en forma diaria, como combatía todo el pueblo. No permitíamos que se denigrara la persona de Eva y Juan Perón. Hablar de ellos de boca en boca era una forma de resistir. Cada una de las casas peronistas era un foco de resistencia”.

ALEJANDRO FRANCISCO MOLLE. “El 23 de enero de 1957, Alfredo José Molina, argentino, de 32 años de edad, soltero, comerciante, domiciliado en San Antonio de Padua, denunció en la comisaría de Merlo que de un potrero existente en la calle Alberdi entre San Martín y Brown, en la tarde o noche del día anterior, le había desaparecido un equino, macho, de pelaje tostado, y horas después al encontrarlo notó que tenía escrito el apellido PERÓN. El denunciante afirmó que la inscripción la habían realizado ‘al aceite sobre el pelaje del animal, en color crema sobre el flanco derecho” en caracteres de imprenta de regular tamaño y que había procedido a obtenerle fotografías antes de borrarla, tomas que luego adjuntó como prueba. La aparición del equino vagabundeando con total desparpajo por las calles de Padua debió haber sido una escena insólita, risueña, e increíble y muy propia de algún aventurado que tomando en ‘solfa’ el decreto ley 4.161 burló la prohibición existente de utilizar públicamente el apellido del ex presidente, apelando a un atípico recurso de afirmación y propaganda peronista”.

JOSÉ NOTARO. “Y ahí se empezó a hacer el Plan de Lucha, con la toma de fábricas, del año ‘64. Un plan de lucha bien hecho, porque jamás en el mundo, ni los socialistas ni los comunistas, ni nadie hizo eso. No te olvidés, de que se tomaron miles de fábricas; no era broma (…) El objetivo era la vuelta de Perón”.

SUSANA MARTINO. “Recuerdo a Fidela, mi abuela paterna, con su traje sastre y el rodete a lo ‘Eva’, que se mudó tantas veces de domicilio, y lo primero que embalaba era el busto de Evita, el que lucía en los patios de todas esas casas, al punto que, cuando yo era pequeña, creía que Eva Perón era alguien de mi familia”.

CARLOS GAITÁN. “En esa época existían ‘Las Tías’. Unas viejas peronistas que cuando se enteraban que un tipo había ido preso, iban hasta las comisarías a llevarle comida y ropa y además pedían la ropa usada para ver si tenían sangre o algo para saber cómo estaban siendo tratados”.

ANDRÉS IMPERIOSO. “Comencé a frecuentar pequeños grupos de peronistas revolucionarios, nos reuníamos para cambiar información en un café del centro de Buenos Aires. Hacíamos acciones ingenuas, por ejemplo, fuimos a tirarle huevos a un actor que imitaba a Perón en un teatro, o pegábamos su foto en el centro a la hora de mayor afluencia de gente. Teníamos un amigo que llamábamos ‘Clavelito’ que controlaba si alguien frente a la foto de Perón hacía críticas o lo llamaba tirano; entonces de ser así, él, le tiraba una bolsa de harina en la cabeza. Más que violento era ridículo (…) Me acuerdo que encontré a una viejita que tendría más de 70 años, había salido del hospital porque la habían operado de apendicitis, se había puesto una faja y estaba allí, cruzando el río a pie, con el agua hasta las rodillas, para recibir a Perón”.

BERTA TEMPORELLI. “El taller en el fondo de casa nunca más tuvo el ritmo que tuviera durante el gobierno peronista. Por las tardes mi padre forjaba el hierro y hacía unas rejas estilo colonial dignas de admiración. ‘Los Muchachos’ concurrían a hacer soldaduras mientras comentaban los acontecimientos del barrio. Algunas veces hablaban en voz baja, se reían, eran las vísperas de los paros generales, estaban fabricando clavos ‘Miguelito”, El ‘Zorro’ Moreno recuerda que: en el taller de Emiliano (por Pérez), hacíamos bolsadas de clavos miguelitos, después los cargábamos en la chatita y salíamos a desparramarlos”.

MARIO BEVILACQUA. “Bevilacqua cuando hace el servicio militar obligatorio (en el Regimiento de Artillería de Azul, provincia de Buenos Aires)  re-empieza una tarea de reclutamiento, de movilización, había formado una especie de ‘soviets’ entre los soldados, este muchacho peronista-nacionalista-rosista; tenía un talento para organizar.....estaba en Lobos y cuando desfilan, pasan frente a la casa de Perón que es ahora museo, él da una orden y todo el mundo hace un saludo militar; cuando el oficial a cargo se da cuenta los quería matar a todos, pero nadie se hizo cargo”.

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“La Resistencia necesita más perseverancia que violencia esporádica. En esto, hay que tener cuidado, porque hay dos clases de equivocados; los que creen que todo debe arreglarse con un nuevo golpe de Estado, y los que piensan que el arreglo puede ser político. Los primeros abandonan la Resistencia porque todo lo esperan de la nueva revolución, y los segundos son defensores de la pacificación, que es una utopía inconcebible en los actuales momentos. Equivocados o no, tales pajaritos en polenta, son los elementos derrotistas de la insurrección nacional, que es la única solución del problema popular argentino.

Las soluciones del tipo golpista o pacifista son para los dirigentes, no para el Pueblo y nosotros no buscamos soluciones para nosotros, sino devolver al Pueblo todo lo que estos canallas le han quitado”

Juan Domingo Perón

author: Roberto Baschetti

Roberto Baschetti

Sociólogo, historiador, investigador. Autor de más de 50 libros sobre el peronismo revolucionario. Socio fundador de la editorial Jirones de mi vida.

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