Saavedra, Moreno y el Alto Perú
Ambos tienen que ver con la actual Bolivia. Cornelio Judas Tadeo Saavedra, superaba la barrera de los 50 años, y había nacido en un municipio que correspondía a Potosí. Era militar y el héroe de la defensa en la segunda invasión inglesa, 1807. Representa la moderación y la experiencia. Mariano Moreno, en cambio, es veinte años menor, hijo de un español y de una dama de la elite criolla. Estudia derecho en la Universidad de Chuquisaca, donde están las ideas y los libros (el centro cultural de aquella época era el Alto Perú).
Como Moreno provenía de una familia de no muy altos recursos, le da alojamiento un sacerdote, el canónigo Manuel Terrazas, quien no sólo lo hospeda, sino que además lo introduce en la lectura de los ilustrados franceses Rousseau, Voltaire y Montesquieu, que pregonaban además de la fraternidad, dos cuestiones que en la actualidad nos convocan: la Libertad y la Igualdad. Y una categoría que encendió en tierras americanas: Revolución.
Una Revolución y dos programas
La historia mitrista lo planteó como una cuestión personal, pero no era así. En estas líneas queremos contar que existían dos programas dentro de la Revolución de 1810. No hay revolucionarios y antirrevolucionarios, sí dos miradas dentro del mismo espacio de los revolucionarios de mayo.
La primera, representada por el hombre que tiene las armas, al ejército. Saavedra cree que es necesario moverse lento, ir con sigilo. La revolución se grita en voz baja, la Primera Junta, comienza tibia, bajo el lema “gobernamos hasta que el rey Fernando VII, regrese al trono”. Esto le permitía ganar tiempo, en un contexto mundial inestable, y bajo el disfraz de la fidelidad, forjar un gobierno de criollos. (Esta jugada figura en muchos libros de historia como, La máscara de Fernando). Las grandes decisiones y el golpe final se posponían, aguardando la correlación de fuerzas, para cuando se acercara el contexto indicado. Una mirada propia de un militar, más conservadora, pero hay que reconocer estratégica.
Mariano Moreno era un intelectual de un grupo que solía reunirse en el fondo de la jabonería de Vieytes- en la actual Venezuela y 9 de Julio-, y algunos lo marcaron como el Robespierre criollo. Moreno creía que se destituía al virrey Cisneros para hacer una revolución verdadera, cambiar las estructuras y comenzar a escribir la historia de manera soberana. A nuestro jacobino del sur parece no interesarle la correlación de fuerzas. Con decisión y voluntad hay que forjar la transformación social, ya que el primer paso estaba dado. Si se sacude el escenario político en América, es para ir por todo. Lo acompañan Juan José Castelli, Bernardo de Monteagudo y los hermanos Rodríguez Peña. Como Zeus, las revoluciones se devoran a sus hijos. Y Moreno, será asesinado en altamar, envenenado, en marzo de 1811, cuando había sido enviado a una misión a Inglaterra. El médico que lo atendió en aquella embarcación era inglés.
Y ahora qué pasa, ¿eh?
Fue el propio Kirchnerismo definido por Beatriz Sarlo- la voz de la intelectualidad pseudoprogresista- como jacobino, por supuesto de manera peyorativa. El mismo que supo redoblar la apuesta ante la derrota electoral del 2009, con grandes medidas: Ley de Medios y Matrimonio Igualitario, estatización de las AFJP, y en 2012, como si fuese poco, se recuperaba el 51% de YPF para el Estado Argentino. Jacobinismo a la nuestra.
Me permito preguntar, y preguntarnos, ¿Y si retomamos los sueños libertad e igualdad de Mariano Moreno, para que nos vuelven a acusar de jacobinos? ¿Y si enojamos una vez más a la pseudointelectualidad clasemediera de Sarlo y La Nación +?
Como hace 212 años, hoy más que nunca hay diferencia de ritmos, de velocidades y de programas, hacia adentro del movimiento nacional y popular. El pasado lejos de presentarse como un museo, aparece como un terreno en disputa de discusiones políticas ideológicas de ayer, y de hoy. Un escenario basado en una diferencia de programas, aquí, radica la disputa por el sentido, en 1810, y en 2022 también.
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