El diario La Prensa fue fundado el 18 deoctubre de 1869 y por décadas se convirtió en uno de los diarios más importantes del país, tanto por su tirada como por la influencia que sus notas y editoriales ocasionaban, tanto en los sectores de clase alta que se veían reflejados en sus páginas, como en aquellos sectores sociales que estaban convencidos que si leían el diario accedían al mundo de los ricos y los respetables.
Su fundador fue José Clemente Paz (hoy una localidad bonaerense lleva su nombre: José C. Paz), quien había sido ayudante de Mitre en la Batalla de Pavón (1861).
Arturo Jauretche apuntó, hace unos cuantos años, en su Manual de Zonceras Argentinas: “El cuarto poder está constituido en la actualidad por las grandes empresas periodísticas que son, primero empresas, y después prensa. Se trata de un negocio como cualquier otro que para sostenerse debe ganar dinero vendiendo diarios y recibiendo avisos. Pero el negocio no consiste en la venta del ejemplar, que generalmente da pérdida; consiste en la publicidad. Así, el diario es un medio y no un fin y la llamada “libertad de prensa”, una manifestación de la libertad de empresa a que aquella se subordina, porque la prensa es libre sólo en la medida que sirva a la empresa y no contraríe sus intereses”.
La Prensa en toda su existencia tomó partido por los patrones (de campos, de fábricas, de bancos, de lo que fuesen). En 1888 a raíz de un alzamiento de los cocineros y mozos de hoteles precisó que condenaba “esos movimientos de rebelión y desacato de la autoridad, que no sirven sino para desvalorizar a la sociedad y no aceptamos como defensa legítima esos movimientos insurreccionales, denominados huelgas”.
A todo esto, cabe acotar, el derecho de huelga ya había sido reconocido en Gran Bretaña (1824) y en Francia (1864).
Y el rechazo al sindicalismo era superlativo. Publicó La Prensa el 13/08/1905: “El malestar obrero que arrecia en los centros urbanos, empieza a hacerse sentir en las campañas ganaderas y agrícolas. Las explotaciones rurales luchan con las complicaciones de la mano de obra. El peón de campo formula exigencias desconocidas en esta tierra. Quiere ganar más y aun insinúa condiciones para trabajar. Piénsese en las consecuencias que la generalización de estas reclamaciones tendría para la gran producción argentina”.
Desde un principio el matutino porteño tuvo en claro quieren eran sus amigos y enemigos, como puede observarse. Se alineó con el Imperio Británico. Llegó incluso a sugerir que se ubicase en el Banco de Inglaterra buena parte de las reservas de oro de la República Argentina, porque ello “se orienta en conveniencias de un orden superior del comercio mundial del cual nuestro país es parte culminante” (La Prensa, 15-11-1907).
Fue enemiga acérrima del gobierno de Hipólito Yrigoyen, ungido en 1916 por el voto popular. El 13 de agosto de ese mismo año da a conocer una larga editorial donde se autoproclama como defensora de lo establecido, de lo que no debe cambiarse. “He ahí la sociedad entonces que gobernará el partido radical desde el 12 de octubre. He ahí el gran programa conservador que le impone la República, bajo el apercibimiento solemne de que, de no observarlo, fracasará y será abatido y desalojado del poder”. En criollo: que siga todo igual, que no se cambie nada o le hacemos un golpe militar.
Y siguiendo una línea de tiempo fueron protagonistas destacados de la Década Infame y beneficiarios directos del llamado Fraude Patriótico. Como era de esperar enfrentaron desde sus páginas a la revolución social que emergió en 1943. Y con la aparición del Peronismo, el enfrentamiento con el mismo fue total.
La Prensa que padecía las conquistas sociales que beneficiaban al pueblo en detrimento de sus privilegiados de clase, optó por presentar al peronismo como algo “antidemocrático”. Se manifestó en contra del pago del aguinaldo obligatorio a todos los trabajadores y en las elecciones del ’46 apoyó primero la llegada del embajador estadounidense Mr. Sprille Braden y luego a la derrotada Unión Democrática.
Para Perón, por su parte, tanto La Prensa como La Nación eran “diarios de la oposición en manos de la oligarquía argentina y pagos, en forma disimulada por los intereses foráneos” (Carta de Perón al senador chileno Arturo Alessandri. 29-08-1949).
El conflicto propiamente dicho entre ambos contendientes se materializó en dos frentes: el fiscal (la empresa defraudaba al Fisco) y el gremial. Por razones de espacio solamente describiré el conflicto gremial, que ocurrió entre el periódico y el Sindicato de Vendedores de Diarios, Revistas y Afines. Comenzó el 23 de enero de 1951 para ser exactos. Cuando un petitorio dirigido por el sindicato a la empresa, solicitaba:
- La supresión de las sucursales de la empresa, por cuanto competían con la labor del gremio (sucursales de la patronal que por vender el diario directamente salteaban el porcentaje correspondiente al canillita).
- La supresión de los suscriptores y el reconocimiento de la entidad gremial como persona con derecho exclusivo a distribuir y vender el diario.
- La participación del sindicato en el 20% de las ganancias de los avisos clasificados (que sumaban casi cincuenta mil), las cuales se destinarían a la obra social del mismo.
Como era de esperar, la empresa no accedió a ninguno de los tres reclamos. El gremio respondió con un paro de actividades. El Ministerio de Trabajo, como es de norma en estos casos, decretó la conciliación obligatoria. Hubo tres reuniones posteriores llevadas a cabo entre ambas partes (16, 19 y 21 de febrero) pero no hubo acuerdo alguno. Paralelamente el diario había dejado de editarse, de imprimirse, desde el 26 de enero de 1951.
Ante esta situación, algunos empleados del diario, motivados por la patronal, resolvieron volver a sus tareas el 27 de febrero, pero cuando en forma conjunta se dirigían a los talleres gráficos de la empresa, fueron sorprendidos por un piquete y se generalizó un tiroteo que originó un obrero del diario muerto. El mismo era de los que quería reanudar las tareas. Se llamaba Roberto Núñez, era de la sección Expedición y contaba con 36 años de edad. Además, se contabilizaron 14 trabajadores heridos.
Por entonces, la Confederación General del Trabajo (CGT) decidió tomar cartas en el asunto. En una reunión de sus secretarios generales convocada a tal efecto para el 2 de marzo, se fustigó duramente al periódico y como conclusión de las deliberaciones llevadas a cabo entre sus pares, se resolvió mantener la huelga de canillitas pero ahora – redoblando la apuesta- acompañada de un boicot a la empresa y un paro de actividades de carácter nacional en repudio a La Prensa, para el día 13 de marzo, por quince minutos, entre las 15 y las 15.15 horas.
Así fue como el conflicto se generalizó y la instancia superior para su tratamiento fue el Congreso Nacional, en sesiones extraordinarias.
El 16 de marzo, ambas cámaras aprobaron la conformación de una Comisión Parlamentaria Mixta -interventora e investigadora a la vez- para la empresa propietaria del periódico como bien puede observarse en el Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación. Bs.As. 1951. Imprenta del Congreso de la Nación. Tomo V, página 4.200.
La comisión de marras actuó entre los días 20 de marzo y 9 de abril, revisando las instalaciones del diario y su contabilidad. Aconsejó debido al cúmulo de irregularidades encontradas, la expropiación del mismo.
Por último, ambas Cámaras, sancionaron la Ley N° 14.021 con fecha 12 de abril de 1951 que declaraba en una parte de la misma “de utilidad pública y sujetos a expropiación todos los bienes que constituyen el activo de la sociedad colectiva ‘La Prensa’”.
Me parece oportuno fijar un poco la mirada en los debates ocurridos en la Cámara de Diputados, donde hubo dos posturas encontradas.
El Peronismo (diputados Rodolfo Decker, José Visca, Eduardo Colom) planteó la cuestión desde la óptica de la soberanía nacional. “La Prensa” no era nada más que una empresa capitalista al servicio de intereses foráneos y fiel vocera de los enemigos de las mayorías populares y en tal sentido actuaba, se alineaba, tomando parte en contra de los intereses de nuestra Patria.
Y esto es tan así, que la bandera de los Estados Unidos de Norteamérica, flameó a media asta en el frente del diario “New Star” de Indianápolis, en señal de duelo por el cierre del diario “La Prensa” de los Gainza Paz.
La oposición radical, por su parte (diputados Arturo Frondizi y Silvano Santander) argumentó que se estaba frente un ataque a la “libertad de prensa”, a una medida autoritaria que tenía por único fin acallar una voz opositora al gobierno.
Durante las sesiones que llevaron al cierre, el diputado peronista John William Cooke, luego paradigma de los sectores revolucionarios del peronismo, subió de alguna manera la apuesta y dejó claro que:
“La Honorable Cámara, en uso de sus facultades, procederá a designar una Comisión Investigadora (…) Hasta tanto sepamos los resultados de su labor, sería prematuro adelantar opiniones sobre cuáles pueden ser las verdaderas ramificaciones que tenga este conflicto de ‘La Prensa’. Pero para mí, por encima de las conclusiones a que pueda llegar la Comisión investigadora, me interesa mucho más plantear un problema general que es de conciencia revolucionaria en relación con la llamada ‘prensa seria’, a la cual nosotros llamamos “prensa mercantil” de la República”.
Y siguió Cooke: “Podrá el diario en cuestión, estar perfectamente a salvo en el aspecto legal; podrá haber cuidado las formas en todas sus actividades, pero como diputado revolucionario y como hombre que tiene por costumbre decir las cosas tal cual las siente, afirmo que el diario “La Prensa” tiene contraída con el pueblo de la República la deuda de sus grandes pecados. Para nosotros ‘La Prensa’, es un diario merecedor de serias acusaciones (…) Nosotros estamos contra ‘La Prensa’ por razones mucho más serias, mucho más fundamentales. Estamos contra ‘La Prensa’ porque creemos que diarios de esa clase son los que han minado las bases de la nacionalidad; creemos que ‘La Prensa’ es uno de los obstáculos, como hay muchos otros en el continente, que han impedido o demorado todas las posibilidades de reivindicaciones proletarias en Latinoamérica”.
Y como parte del pueblo peronista del que formaba parte, Cooke se expresó en plural. “Nosotros lo decimos por encima de las contingencias de la Comisión Investigadora, lo decimos como hombres políticos que expresamos opiniones personales. Nosotros estamos con los obreros y estamos contra ‘La Prensa’, porque ‘La Prensa’, por supuesto, siempre estará, como lo ha estado hasta ahora, contra los obreros y contra nosotros (…) No es este para nosotros un planteo circunstancial, sino de fondo. Si ‘La Prensa’ tiene razón, tiene que estar equivocado el país, y si tiene razón el país, están equivocados ‘La Prensa’ y todos quienes tienen conexiones con ella.
También tomó postura Cooke, en la misma sesión de la Cámara, sobre la imagen que esta acción de gobierno pudiese tener en el resto del mundo al decir que:
“Los países de América española han aprendido a través de siglos de sudor y sangre, a desconfiar de aquellas palabras humanistas y justicieras, cuando son pronunciadas por los labios de sus explotadores. Nosotros sabemos que para el imperialismo el principio de libertad de comercio, el principio de libertad de concurrencia, el principio de la libre actividad privada y el principio de la libre empresa, son todos fantasmas y mitos que a la larga sirven para acentuar cada vez más la desigualdad que ya existe entre países coloniales y capitalistas. Desgraciadamente a través de los procesos históricos de la humanidad, la libertad de prensa junto con estas otras libertades que he mencionado, ha venido a constituir un instrumento más de aherrojamiento, de sometimiento de los pueblos coloniales y semi-coloniales”.
Por último, hubo reproches y acusaciones para el coro de funcionarios, personalidades y diarios “serios” del continente solidarios con “La Prensa”. Fue cuando Cookee xpresó a viva voz:
“Cómo cree el encargado de Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado (yanqui) que existe libertad de prensa, cuando esos mismos diarios que en un país vecino nos critican por el problema de ‘La Prensa’, no dijeron una sola palabra cuando los propietarios de las minas de estaño fusilaron a centenares de obreros y llenaron de sangre los hogares proletarios de un país hermano.Cómo piensan esos señores del Departamento de Estado (yanqui) que nosotros vamos a creer en la crítica que nos formulan los diarios que sabemos están directamente vinculados a la industria del cobre, del estaño, del caucho, a las grandes empresas del Canal de Panamá, a las empresas de servicio público, cuando está demostrado, a través de documentación seria y estudios concienzudos, que los diarios que se hacen eco de todas estas manifestaciones de tipo capitalista son, en el fondo, los resortes de un gran mecanismo que persigue el mismo fin que persigue ‘La Prensa’ (…) Recordemos que son ellos los que hablaban de la necesidad de proseguir con nuestro tipo de economía, de producción uniforme, y con la concepción que les parecía idílica: el sistema por el cual nosotros producíamos el cuero, lo mandábamos a Inglaterra y luego comprábamos los zapatos”.
Con esto, Cooke apuntaba a lograr una clara distinción entre libertad de prensa y libertad de empresa y destruir la base argumental de la oposición política en el ámbito parlamentario.
El periódico “La Prensa” reapareció el 19 de noviembre de 1951 como vocero de la CGT, a la cual había sido entregado para su administración. Presidente del nuevo directorio fue el secretario general de la central obrera, José Gregorio Espejo.
Ese día en el diario podían leerse mensajes de salutación de Perón y Evita. Como pueden visualizarse en imágenes que acompañan el presente texto.
Durante la expropiación peronista, la administración del diario conducida por los trabajadores produjo más de 30 publicaciones entre diarios, revistas y periódicos que se editaron en “La Prensa”, proporcionando, no solamente ganancias a la empresa, sino también fuentes activas de trabajo para operarios, periodistas y empleados administrativos.
Por cierto, hablo de cantidad sin dejar de lado la calidad. El suplemento cultural y literario de “La Prensa” fue dirigido por César Tiempo (Israel Zeitlin) y fue considerado el mejor en todos los tiempos de su existencia como diario.
Caído Perón el 16 de setiembre de 1955 por la fuerza de las armas reaccionarias, rápido, el 21 de diciembre de ese mismo y nefasto año, la autodenominada “Revolución Libertadora”, devolvió el diario a la oligarquía en la persona del Dr. Alberto “Tito” Gainza Paz, quien como no podía ser de otra manera, vuelve de los Estados Unidos, donde se había alojado, con aires revanchistas y odio de clase. Con tono despectivo exige que le devuelvan el diario “higienizado” y paraliza su empresa “recuperada” durante ocho días, durante los cuales desinfecta en todo sentido, las dependencias de redacción, administración y talleres.
Impone así mismo el fin de la edición de todas las demás publicaciones que se imprimían, haciéndolas desaparecer de circulación y cerrando fuentes de trabajo.
El numeroso personal de “La Prensa” que trabajaba hasta entonces, recibe telegramas colacionados de despido. Gainza Paz les hace saber que no los indemnizará porque desconoce las leyes sociales de la “tiranía”. El diario “higienizado”, reanuda sus ediciones el 3 de febrero de 1956.
Cierro esta nota, con una reflexión no exente de humor, del eximio escritor y poeta Elías Castelnuovo (que aparece en el libro “Hijos del Pueblo” de Guillermo Korn). Y dice así: “Cuando ‘La Prensa’ fue expropiada, en 1951, la retribución de sus colaboradores era idéntica a la de 1912. En cerca de cuarenta años no había sido modificada la paga del literato. Los Paz tenían sus ideas acerca del hambre. Durante un tiempo hicieron una campaña científica para que el pueblo comiese alfalfa. Ellos creían que el hambre se resolvía achicando el estómago. O llenándolo de pasto”.
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