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Trap argentino y dolarización

Una fiebre verde absorbe a los jóvenes referentes de la música urbana argentina, como así también a una buena parte de su masiva audiencia adolescente, y por esto las plataformas digitales pasaron a ser una inadvertida propaganda cuasi-libertaria. Para mostrar el fenómeno, el autor de la nota, Diego Jáureguis recopiló temas y videos, con una notable precisión y conocimiento de la industria.

3 de Diciembre de 2023

Por Diego Jáureguis

El sistema en su versión tóxica

La siguiente conversación tuvo lugar en el barrio de Belgrano, un mes y medio antes del balotaje que convertiría a Javier Milei en el primer presidente libertario del mundo y, por lo tanto, expresión de un individualismo extremo y de una globalización salvaje –de cuño anglosajón- cuyos cimientos fueron puestos por un progresismo que, conduciendo al campo nacional y popular, se aplicó a la deconstrucción de lo personal y colectivo para dejar intactas –e incluso profundizar- las causas materiales de la pobreza, la desigualdad, el desempleo y la inflación crecientes.

Sobre avenida Monroe, frente a un almacén, dialogaban dos repartidores. Uno de ellos, bebiendo una latita de birra, escuchaba Cypres Hill sin auriculares marcando el beat con cabeza y pies, gestos propios de un pasado cultural relacionado también con el rock barrial, el metal argento y el punk. La conversación, un tanto forzada, se estiraba sobre consideraciones unilaterales acerca del trío yanqui representante de la escena rapera de la Costa Oeste norteamericana durante los 90. Sin embargo el otro delivery, menos interesado por el hip-hop, y mientras sonaban  de fondo las melodías fantasmagóricas sobre las que se desgranaban las ininteligibles barras en inglés, realizó la siguiente observación sobre la escena actual de la música urbana argentina.

- El trap es sólo putas, dólares y falopa.

- Tenés razón -contestó el otro-, es el sistema en su versión tóxica.

Esta coincidencia, respecto al mismo asunto, entre dos personas que recién se estaban conociendo, nos plantea la siguiente pregunta: ¿Cuál es el sustento material de estas afirmaciones taxativas, así hayan sido pronunciadas bajo los efectos de una incipiente alegría etílica? Quizás fueran reminiscencias subconscientes de uno de los carteles promocionales de “GTA.mp3”, último single de la artista Emilia Mernes, y que todavía podía verse en Vuelta de Obligado al 2400, a pocas cuadras del punto donde ocurrió la charla.

El arte gráfico –apreciado por transeúntes y conductores, además de niños y niñas que ya fantasean su ignoto y, por lo tanto, brumoso porvenir generacional- mostraba una caricatura de la artista vestida de stripper: arrodillada sobre una tarima ante un caño de pool dance, se la veía rodeada de dólares que caían sobre ella al igual que bendiciones pecuniarias, la satisfacción del rostro expresando ambigüedades donde se aúnan empoderamiento y sumisión.

Si Emilia Mernes es una referente de la música urbana en sentido estricto, es decir, de plaza y joseo crudo y duro, poco importa, sus colaboraciones con Duki, que es su actual pareja, Nicki Nicole y Rusherking, entre otros, además de su participación en “Los del espacio”, la ubican allí; al menos así lo entienden quienes, en estas épocas de velocidad, fusionan fragmentos dispersos sin digerirlos con propiedad, un poco por infoxicación, y otro poco por la confusión subtextual a la que apuestan las campañas publicitarias para ampliar el target de las personalidades de la industria musical. 

Barras y dólares 

Pero si buscamos los materiales que sustentan la percepción selectiva de nuestros dos repartidores observamos que, cuando se trata de trap argentino, el billete verde norteamericano posee en las plataformas digitales una usina inadvertida de propaganda cuasi-libertaria. Y es esta cuestión la que nos importa abordar a la luz de la fiebre del dólar, que es el síntoma de una enfermedad que penetró en el sistema político-económico-cultural de nuestro país hace unos pocos años. La realidad, que es la única verdad, según el apotegma aristotélico del peronismo, tiene vocación de Interzona, fusiona, en ciertos intersticios, aquello que ideológicamente es imposible, tal y como constató el escritor William Burroughs, padre de la Generación Beat.

Uno de esos intersticios son las sesiones mundialmente viralizadas de Bizarrap.

De las 57 “miusik seshions” publicadas, 31 son interpretadas por artistas argentinos. Tres de éstas encomian la posesión de dólares: Paco Amoroso, de 30 años, en la sesión 3, que tiene 67 millones de reproducciones en YouTube y 42 millones en Spotify, canta: “llevo los pesos pa´l blue”. Zaramay, de 29 años, en la sesión 31, con 162 millones de reproducciones en YouTube y 71 millones en Spotify, se jacta: “Si no huelo a Rabanne, huelo a dólar recién impreso”. Lo propio hace Tiago PZK, de 22 años, en la sesión 48, con 204 millones de reproducciones en YouTube y 405 millones en Spotify, cuando canta: “Tengo mas verde en la billetera que ayer”. El único de los artistas internacionales que ofrendó unas palabras a la moneda norteamericana es el rapero Chucky 73, de 23 años, oriundo de República Dominicana. En la sesión 43 lanza: “Yo estoy atrás del dólar”. Entre las dos plataformas, es decir, Spotify y YouTube, la sesión ha obtenido 103 millones de reproducciones.

Estas sesiones de Bizarrap contabilizan un total de 1.055 millones de reproducciones y triplican las visualizaciones recibidas por la entrevista (publicada en X, ex Twitter) que el periodista norteamericano Tucker Carlson realizó a Javier Milei, tras su triunfo en las PASO. Estos guarismos superan también cualquier campaña a favor de la dolarización impulsada mediante trolls, granjas de bots y cuentas creadas para posicionar contenidos ideológicos mediante inteligencia artificial; operaciones cuya ejecución fue reconocida por Fernando Cerimedo, consultor político digital y dueño de la Derecha Diario, a los periodistas Alconada Mon de la La Nación y Mariel Fritz Patrick de Infobae.

Pero, más allá de las sesiones del renombrado beatmaker argentino, la fiebre del dólar sube de temperatura avanzando al igual que una peste por el repertorio de muchísimos exponentes de la escena urbana argentina, en una suerte de verdadero mantra verde que se instala subliminalmente a ritmo de RKT, rap y trap en las plataformas musicales y de contenidos digitales, en las videorreacciones a videoclips de los artistas más pegados, en fiestas clandestinas, discotecas, shows multitudinarios, almacenes, supermercados chinos, casas de comida rápida y hasta los trencitos de la alegría que se desplazan de noche por Palermo.

Genealogía arbitraria del dólar trap  

Callejero Fino, cantante de RKT de 28 años, explicó, en una entrevista realizada por el periodista Diego Iglesias para Infobae, las diferencias entre los géneros más importantes dentro de la música urbana actual. Desde un enfoque puramente letrístico dijo lo siguiente: “El trap quizás es ‘yo tengo, yo quiero, yo puedo’, el rap es como ´yo vivo, yo creo, yo pienso´, y el RKT es ´yo bailo, yo jodo, me descontrolo´”. Las categorías, desde luego, jamás son compartimentos estancos, sino rótulos para organizar el análisis. Por lo tanto, nos interesa el trap como “un querer tener” que también se manifiesta en los otros géneros de la música urbana argentina.

El título de la canción “Dólar trap” del rapero argentino Midel, de 26 años, lo define con crudeza y podría indicar su posible  relación con algunos aspectos de la fiebre libertaria del dólar. Las siguientes barras, entre otras, que podemos encontrar en la canción, publicada en agosto del 2018, expresan, en spanglish, esta fiebre verde: “Dólar dólar trap trap / dólar dólar drugs”.

El mismo trapero, en la canción “Efectivo”, publicada en febrero del 2022, explica su relación con el dinero: Cuido como Wall Street mi efectivo. El trapero, que cuenta con 236 mil seguidores en Instagram y 171 mil suscriptores en YouTube, ¿tendrá idea de lo que afirmó el escritor, historiador y economista británico Antony Sutton acerca del rol sustancial que los industriales alemanes y los financistas de Wall Street tuvieron, por ejemplo, en el ascenso de Hitler al poder? Sin duda que no.

Una de las referencias más antiguas sobre esta fiebre del dólar es de diciembre del 2017. El título lo dice todo: En busca de verdes”. Su autor es Frijo, rapero argentino de 26 años, aunque cuenta para la ocasión con la participación de los venezolanos Big Soto y Trainer, además del argentino Paulo Londra. En la canción podemos encontrar esta reveladora muestra de sumisión a la globalización socialdemócrata y neoliberal: “Estamos juntando los verdes / gira de lunes a viernes / aviones, canciones y haters/ Mc Donald´s y la droga siempre”.

De ese mismo año es otro de los capítulos del dólartrap, es decir, de esta fiebre verde que aqueja a los artistas y a la audiencia adolescente de la música urbana argentina. En la canción “Lola”, el trapero argentino Duki se lamenta desconsolado: “Estaba pa´ los verdes / buscando la weed y el dólar / y ahora ando perdido por culpa de esa tal”. Nótese cómo las expresiones “weed” (marihuana)  y “dólar” se tornan sinónimos gracias al uso ambiguo del término “verde”, empleo metafórico extendido dentro de esta escena y que, en el contexto de crisis cultural y política argentina, opera alquimias conductuales dignas de ingeniería social. El logotipo del sello discográfico de rap y trap K.M.D. Label, constituido en 2017 por los raperos y traperos argentinos Negro Santo, Neo Pistea, Coqeéin Montana y Mike Southside, es un ejemplo gráfico de esta sinonimia: un pote de pollo frito de KFC cuyas tres siglas han sido reemplazadas por las del sello, y dentro del cual vemos una sustancia verde donde flotan hojas de cannabis y dólares.

Esta “actitud trap”, o fiebre verde, tiene su origen en el deterioro económico que viene sufriendo nuestro país desde hace casi una década. El trapero argentino ACRU, de 26 años, lo denuncia en el tema “Trono”, publicado hace tres meses: “Cuestión de días se te cae el millón / Argentina bitch devaluación / la única forma de hacer carrera dentro de esta selva/ es rapear mejor”.

Bizarrap y Zaramay

Zaramay, con resignación, explica en “Freestyle session 14, los intocables”, publicada en agosto de 2021, por qué ha decidido irse del país: “No me fui de mi país, menos por sentir presión, pasa que el billete está sufriendo fuerte depresión/ el dólar es más que el peso, hacerme rico es la misión”.

El dólartrap se apodera incluso de raperos que aspiran a insertarse como exponentes de una tradición de denuncia y protesta antisistema. Éste es el caso de Trueno, quien ha realizado participaciones con Cypres Hill y Víctor Heredia. El rapero de 21 años,  oriundo de La Boca, y que tiene 7.3 millones de seguidores en Instagram, tira las siguientes barras en “Rain”, canción publicada en mayo del 2018 y que expresa el ingenuo existencialismo de un adolescente “angustiado” ante la fama sorpresiva: “Sigo soñando con verdes / pa´ mí no existe la suerte / sólo me queda una bala / y quiero ser millonario antes de la muerte”, parafraseando al Eminem de “Loose Yourself”.

El dólartrap, reflejo de la precipitación ruinosa de la Patria, sigue su curso alimentado por diversos afluentes colonialistas como las sustancias psicoactivas (para activar la ley de atracción metafísica del dinero), las benzodiacepinas mezcladas con alcohol (es decir, las jarritas con clona), las series de Netflix, el pollo frito, las gaseosas, papas fritas y hamburguesas de las grandes cadenas de comida rápida norteamericanas, la indumentaria y las metáforas del béisbol y el básquet.

En noviembre del 2019, Khea, trapero de 23 años, nacido en Virreyes, provincia de Buenos Aires, publica la canción “Ánimo” con participaciones de Duki y Midel (feats, en la neojerga de pura raigambre yanqui que ya adoptaron rockeros y folkloristas modernos por temor a desaparecer de una industria cultural que nos va extranjerizando). Allí podemos escuchar esta metáfora, digna de la serpiente monetaria surfista imaginada por la mentalidad anarcoglobalista francesa de Gilles Deleuze: Tengo el dinero en la ola / estamos surfeando el dólar”. 

El mismo trapero, a quien siguen 5.2 millones de pibes y pibas en Instagram, varios meses antes, publicó la canción  “Sola” donde hallamos estas barras: “A ella le gusta gastar pero él no tiene mucho verde / y yo me la llevo a Armani y gastamos en Gucci o Fendi”.

En la canción “Esta noche” –publicada en 2018- de los traperos argentinos Franky Style, Isoldi, Big Deiv y Monkid, apreciamos la misma idea: “Ella no te quiere / sólo quiere los billetes de cien / pa´ comprarse Channel”.

En la canción “Sigo fresh” cuyos autores son Duki y el rapero ecuatoguineano, Fuego, publicada en abril del 2019, oímos: “eso no importa porque yo sigo haciendo dinero, dinero, dinero, dinero / son novecientos caballo´ de fuerza cuando yo ni freno / carro italiano aunque me paguen en americano”.

Todas las canciones mencionadas suman, entre YouTube y Spotify, alrededor de 423 millones de reproducciones, y es apenas un recorrido superficial que se remonta a finales de la década pasada.

Las pibas deconstruidas quieren dólar trap 

Además de los raperos antisistema, también las pibas del trap quieren billetes verdes. Hecho que contrasta con las torres de naipes ideológicas que sustentan a la izquierda trotkista y a amplios sectores de un progresismo descocado, desconectado de la realidad, incapaz de quitarse la venda de los ojos (por no mencionar la parábola cristiana de la viga).

Al respecto podemos aportar un dato curioso que servirá para efectuar contrastes divertidos: para las PASO del 2021, con vistas a la renovación de las bancas de diputados y senadores nacionales, el Nuevo Mas, encabezado por Manuela Castañeira, optó, para spot de campaña, por un tema de música urbana cuyo título era, en lenguaje inclusivo, “anticapitalismo pa´ les pibes”.

En el videoclip vemos a las autoras, Mili y Ailu, cantando y bailando con pañuelos verdes, anteojos de sol y outfit urbano. Las acompaña una bailarina morocha, con un poquito de sobrepeso, en consonancia con los nuevos cánones antihegemónicos de belleza que, por cierto, ya venían siendo impulsados, “revolucionariamente”, por grandes marcas internacionales como Gucci, Chanel o Christian Dior bajo el concepto de “Body Positive”. Las dos  rapean y bailan en lo que parece una de esas callejuelas pintorescas de San Telmo y que atraen tanto a los turistas como al esnobismo intelectual y artístico porteño. En una de sus barras afirman, con firme convicción: “Junto a los trabajadores / con la marea verde / y corriendo a los patrones. / Anticapitalismo / Mañuela Castañeira y que se jodan los más ricos”. Todo sin lenguaje inclusivo porque, de lo contrario, sería ininteligible.

Pero este “reguetón”, producto de un profundo desconocimiento de las actuales condiciones subjetivas de producción musical, sólo existe en las muchachas que asisten a los campamentos anticapitalistas. Para desconcierto de estas muchachas sobreideologizadas, infaltables de las mareas verdes, en la canción “Penas y problemas”, Cazzu, la Jefa, una de las principales referentes del trap, y que ha participado de las Marchas del Orgullo, canta lo siguiente: “Mira cómo lo mueve, mi bebé es stripper/ meneando su cuerpo, una profesional, nunca le va mal / se lleva 15 k de dólares semanal”. Luego recomienda a esta belleza hegemónica tipo Onlyfans: “Los billetes cayendo de tu cuerpo / no vayas a parar/ dale, ponte a bailar / carita de diabla / bonita de más”.

En la versión en vivo, la artista jujeña le pone cuerpo a la stripper que protagoniza la canción. Cazzu, quien cuenta en Instagram con 12.9 millones de seguidores, interactúa con una stripper caucásica de cuerpo escultural que se contonea de manera sensual y acrobática dentro de una jaula mientras las muchachas del público, ni hegemónicas, ni rubias, y mucho más cerca de la “chica curvy” de las agencias de marketing, corean la letra.

En “Fulete”, canción del 2022, Cazzu proclama en estilo progre-libertario o neoliberal progresista: “Las nenas ya se cansaron del romantiqueo / quieren dólar, estar solas en su joseo”. El tema tiene dos versiones, una de las cuales cuenta con las participaciones de Brray, Luar la L y Ankhal. Sin embargo en la canción “Tengo 30”, publicada en septiembre del 2019 en la página oficial de Khea, la trapera jujeña, que participa como invitada junto a Duki, Neo Pistea, y el dominicano Tali Goya, se destaca con las siguientes barras, casi exigiendo para las pibas, en un gran acto de “empoderamiento”, el mismo dólartrap que el sistema heteropatriarcal aparentemente no les estaría negando a los pibes (lo cual es insólito en las actuales condiciones económicas del país): El signo e´ dólar siempre fue mi meta y “Tengo 30 mil verdes / ya lo comprobé / si no jugás, no perdés”.

Cazzu no es la única, ni tampoco Emilia Mernes, quien en el tema “La Chain”, publicado en agosto del 2022, canta lo siguiente: “Fui pa´l mal y me gasté cinco mil / lo que tengo puesto vale tres mil / les molesta que yo sea la queen”. Si no está claro que habla de dólares, basta con ver el videoclip.

“Me va bien hasta cuando estoy mal / Free Dolly”, son las barras de un tema de Taichu, una de las referentes del colectivo artístico de la Rip Gang.

En una entrevista realizada por el streamer Boffe GP, la artista reconoció que la expresión “Free dolly” significa “liberen el dólar”. Allí mismo detalló que eligió esas palabras porque mientras escribía la letra una persona le pidió que dijera “algo ganchero”. De qué manera podemos entender este “algo ganchero” con la elección de las palabras “Free dolly”, que para ella significan “liberen al dólar”, queda a criterio de psicólogos y sociólogos con un enfoque político anticolonial.

La Joaqui.

Volviendo al tema de las pibas y la dolarización, La Joaqui, rapera y actriz argentina, en la canción “Tarjeta Gold”, tira las siguientes barras, casi como lo haría la stripper imaginaria de Cazzu en “Penas y problemas”: “Perra vale mucho mi saliva / pero cotiza en dólar si es que la querés arriba”.

La Joaqui, en numerosas entrevistas, ha reconocido que en las canciones asume un personaje de “femme fatale” arrabalera. Es la misma catarsis de los wachines que, sin haber experimentado el mundo de la marginalidad, toman prestadas las barras mafia del malianteo para exteriorizar así su desconcierto de adolescentes de clase media baja empobrecida. Recordemos que el malianteo es un género de la música urbana que retrata la delincuencia pero ensalzando las figuras del sicario o del capo narco mientras idealiza al hampa como un club selecto sólo accesible a los más osados “de la lleca”, es decir, aquellos que se animan a “josear” o “rebuscársela” en los oficios más peligrosos de la criminalidad.

Estas metáforas obedecen, en principio, más a las exigencias del flow que a las necesidades de un contenido estrictamente organizado; no obstante el dramaturgo y poeta alemán Bertold Brecht, a principios del siglo XX, sospechaba de estos excesos catárticos, sobre todo porque, desde la perspectiva marxista, conducen a una identificación emocional con intereses sociales opuestos a los del espectador u oyente. No obstante, quien mejor expresó esta idea, y en el vocabulario del genio criollo de nuestras tierras, fue el recientemente fallecido poeta y padre del metal argentino, fustigador de la antipatria, Ricardo Iorio, cuando afirmaba, en clave justicialista: “Hay personas que dicen, yo canto con el corazón (…), pero hay que cantar lo que el corazón debe, pibe”.

Todas estas canciones tienen en total 166 millones de reproducciones, sumando Youtube y Spotify.

El trap de Rockefeller 

En 1978, en plena dictadura cívico-militar, David Rockefeller, magnate norteamericano, visitó la Argentina y elogió a Martínez de Hoz, ministro de Economía de la Junta Militar, por “la creatividad y rigor de su desempeño en el campo económico”, “rigor creativo” que condujo a la tortura y desaparición forzada de 30.000 personas. Casi 45 años después, en la canción “Querían trap”, a Lucho SSJ, trapero de 21 años, nacido en Escobar, provincia de Buenos Aires, le oímos la siguiente barra: “Mentalidad de Rockefeller, sólo doy amor a lo que me dé ciene´”.

A mediados del 2021, en un acto público, la vicepresidenta Cristina Kirchner destacó los beneficios del programa Conectar Igualdad que había sido lanzado en el 2014 bajo su presidencia. Señaló que aquella iniciativa había servido para acercar las nuevas tecnologías a los pibes y favorecido que traperos como L-Gante llegaran hoy al estrellato. 

El cantante de Cumbia 420, sin embargo, aclaró que la computadora no la había recibido del Gobierno, dado que se había visto obligado a abandonar los estudios. Lo curioso es que L-Gante, a quien el progresismo del campo nacional y popular quiso envolver para atraer el voto joven de las barriadas, canta, en el tema “Rulo verde”, publicado en julio de este año, apenas un mes antes de las PASO, y en plena disputa dialéctica con los espacios retrógrados de la dolarización: “Ando con una cadena de 11 luca’ verde”. 

También, en el videoclip de la canción “Malianteo 420 volumen 3”, filmado, casualmente, bajo la estatua de La Libertad que está en General Rodríguez, vemos, intercaladas, escenas donde L-Gante, sentado ante un escritorio, cuenta dólares rodeado de mujeres. La escena se repite varias veces a velocidad subliminal, como para despertar en el adolescente empobrecido y hambriento la inquietud morbosa por el dólar redentor. En esa misma canción podemos oír barras como la siguiente, donde la interlocución ha sido reducida al más puro pragmatismo mercantil: “Compa, hablemo´ de billete y si no que esperen”.

Lo cierto es que “josear” o “rebuscársela”, cuando estos artistas ingresan en la farándula y llegan, de pronto, patrocinadores y grandes marcas internacionales, poco y nada tiene que ver con aquel “joseo” o “rebusque” inicial, al que continuamente aluden de manera épica en sus canciones, cuando todo era barro y, sobre todo, necesidades y hambre de gloria.

Las siguientes barras, mezcla de lunfardo y spanglish caribeño, podrían expresar, para algunos oídos, nociones anarcocapitalistas, es decir, expresiones de un estilo meritocrático importado que penetra las conciencias con la ayuda de sintetizadores y cajas rítmicas. 

Salvo una o dos, todas las canciones que citaremos pertenecen al período 2020-22, dominado por la pandemia. Así, Lucho SSJ, en la canción Lil Tecca,  advierte, en clave casi libertaria: “Cuidao gacela, que el león acecha”. En el tema “El diablo”, que cuenta con la participación del trapero argentino Neo Pistea, ambos saborean con éxtasis los dólares que ganan: “Hmm, USD, USD, hmm-mm, bueno / dinero que llueve, dinero que eyecta / lo invierto, lo gano de nuevo”. Lucho SSJ, que tiene 1.3 millones de seguidores en Instagram, en la canción “Forrest Gump”, que cuenta con las participaciones de Rene y France, lanza: “No subo si no paga el show / a tu zorra bailando dembow / la tengo gastando dólares en la tienda / como si ella fuera Beyoncé”. En la canción “Tyga & Dolla”, con la colaboración del trapero uruguayo Franux BB, presumen: “tenemos barras cotizadas en dólar”.

Kiddo Toto, nombre artístico del actor y cantante de 24 años Lorenzo Ferro, quien interpretó a Robledo Puch en la película “El Ángel” y participó en la Bizarrap “seshion” número 11, reclama en “Jordan”: “quiero dólar, tengo Amorfoda”.

C.R.O., trapero y rapero de 25 años, oriundo de Neuquén, se jacta en “Poco a poco”, tema que cuenta con las participaciones de Lit Killah, Ovi y Alemán: “ahora los papele´ verdes llegaron” y “ahora tengo un Cartier que vale veinte mil”.

En la canción “Miti Miti” de Khea, a quien ya hemos mencionado, y que cuenta para esta ocasión con la participación del rapero chileno Pablo Chill-E, fanfarronean: “Al DM me tiran toda´ la´ bitches / de cien mil dólar pa´ arriba son meetin´”. En la canción “Young Flex” alardea: “Me gasté diez mil en Moncler”, o sea, diez mil dólares en alguna boutique de lujo de la reconocida firma italiana cuyas prendas de invierno son elegidas por varias “celebrities” de renombre internacional como la cantante norteamericana Ariana Grande.

Duki, rapero de 27 años, y uno de las figuras más importantes, no sólo de la escena local sino también hispanoamericana, ahora cara publicitaria de Adidas, tiene en su repertorio varias referencias donde la fiebre verde hace de las suyas. En la canción “Cascada” confiesa: “gano dólares y no patacón”. En la canción Givenchy, en alusión a la marca francesa de ropa, perfumes y cosméticos de lujo, reconoce que el impulso para rapear es prioritariamente obtener dólares del exterior: “Sé frontear, pero no exagero / llegué a cien, vine desde cero / dólare´ desde el extranjero / hice que quieran ser rapero”. En “Jefes del sudoeste”, publicado en junio del 2023, se vanagloria de las elevadísimas cifras que cobra: “Ella no fuma, pero siempre me lo prende / varios dólare´ no te entran en un cheque”. En “Malbec”, tema que cuenta con la participación de Bizarrap, Duki ostenta su lifestyle en el estilo meritocrático típico del trap yanqui: “Famoso al tiro, Robert De Niro / dólar en un giro, flow Miami Beach”, igual que en “Ticket”, publicada en abril de ese mismo año: “guardando los dolare´ en el bolso Valentino / le doy bendicione´ y mucho amor a mi enemigo”.

Con un repertorio tan amplio de hits nacionales idolátricos del dólar, ¿por qué Javier Milei, presidente electo por La Libertad Avanza, se obstinó con utilizar para sus actos la canción “Panic Show” de La Renga, banda de rock con la que no posee afinidad ideológica? ¿Cómo semejante fenómeno de “idolatría verde” ha podido pasar desapercibido para los influencers libertarios sub 25 y, también, para la militancia nacional y popular?

Desde luego, la respuesta sólo ratifica la alarmante orfandad política de vastísimos sectores de la juventud. Así como el peronismo -hoy conducido por el progresismo- está desconectado del universo comunitario donde se desenvuelven cotidianamente sus potenciales bases juveniles, desoídas para favorecer agendas culturales foráneas y sectarias que no resuelven urgencias materiales, el mismo fenómeno atraviesa a la militancia libertaria.

El anarco-capitalismo reivindicado por Javier Milei, expresión de un individualismo extremo, incapaz de detectar realidades colectivas, también es inadecuado para escudriñar las desesperadas transformaciones culturales que vienen operándose -tras los gobiernos desastrosos de Macri y Alberto Fernández- entre los “centennials” de las barriadas y villas de emergencia. 

No es la agenda libertaria la que penetró en amplios sectores juveniles, marginados e invisibilizados desde hace una década, sino que el acento hay que ponerlo en lo que significa la fiebre verde para estos pibes y pibas, testigos del empobrecimiento del país, del sufrimiento de sus padres y madres, del conchabo desvergonzado de intelectuales, periodistas y artistas de todos los colores con la antipatria.

En otras palabras: ante el retraimiento de todo lo que da densidad a la Nación, debido sobre todo a la ausencia de un plan patriótico de industrialización, ganan espacio –a través de las industrias culturales del Gran Capital Internacional- la pedagogía foránea de los jokers de Hollywood y el fulgor relumbrante de un idealizado Norte Global. Para ello podría resultar iluminador este recorte, casi superficial, de las canciones donde emerge el dólar-trap. Así que sigamos un poco más.          

Dillom, el referente más importante de la Rip Gang, y quien hace unos meses protagonizó una controversia con sectores libertarios al pronunciarse en contra de la dolarización durante una entrevista en el canal de YouTube del periodista Flavio Azzaro, fantasmea jocosamente en “Opa”: “Puta ahora los hundreds tengo que contarlos de a dos” y “pesos no me sirven, paso”.

Los traperos Kaktov y Muerejoven, del mismo colectivo artístico, en “Allstars” expresan: ahora gano en DLS, ya no gano en ARS”.

Zaramay, en “Freestyle session 13”, con la participación  del dúo de rap madrileño Natos y Waor, reconoce, con la crudeza propia del malianteo, “si por los verdes tenemos la maldad de Malherbe Óscar”, aludiendo al ex líder del Cártel del Golfo. En Anti-sapo, rapea: “le pago un verde a mi pana y el verde pa´l abogao / llegué al barrio arriba de un descapotao¨”. En “Freestyle session 19, el jefe del malianteo” afirma con resignación y pesimismo: “Tamo en el mundo donde la gente mata por los verdes”. En la “Freestyle session 5”, del 2019, pide a su interlocutor: “hablame de verdes, de billetes, de mil y quinientos”.

Milo J, rapero argentino de 17 años nacido en Morón, manifiesta en “No estoy”: “Le temo a un día perder el control / con drugs, sin drugs / quiero plata, no estoy bien / lo hacía por amor / pero ahora quiero los de cien”. El artista, que protagonizó la ultima sesión de Bizarrap, y que cuenta en Instagram con 2.5 millones de seguidores, se refiere a los billetes de cien dólares.

En la canción “Dólar Euro” el trapero argentino Kódigo, de 28 años, cambia las tornas de la aflicción por las del dinero: “Dólar, Euro, voy a ganármelo / superaré el dolor / haciendo un millón / Dólar, Euro, ahora voy por to´/ se fue nuestro amor, pero sigo en on”.

 En la canción “Fvck da $h1t”, el cantante y rapero argentino G Sony de 30 años exige: “quiero que valga 100 mil de los verdes tener a mi cara en los flyers”.

El dólar, fiebre de traperos y nenas trampa, también ha devenido figura retórica de lo excelso, del súmmum. Así Lit Killah, trapero de 24 años, nacido en González Catán, en “My bag” siente que está volando alto: “Toy subiendo como el dólar, no me pueden bajar”.

En la canción “Oro Shampein” del trapero argentino Sixto Yegros, y que cuenta con la colaboración del trapero Ysy A, reconocido por organizar las míticas competencias de Freestyle del Quinto Escalón, encontramos la misma metáfora: “Su cuerpo es dólar subiendo / se nota que estamos subiendo”. 

Todas estas canciones, sumando juntas las reproducciones de YouTube y Spotify, dan como resultado la enorme cifra de 1.018 millones de escuchas, sin contar las videorreacciones realizadas por miles de youtubers, cada uno de los cuales cuenta con su propia comunidad de seguidores.

El trap en la Argentina de los caminos muertos 

Así como el “joseo” evoluciona con el poder adquisitivo del trapero, es decir, desde los humildes orígenes, rozando a veces la delincuencia, hasta que finalmente llega el estrellato y las letras empiezan a hablar de modelos, actrices, bitches caras, dólares, colabos millonarias, mansiones, piscinas, autos de alta gama, cadenas y anillos de oro, lo mismo ocurre con la estética visual de los videoclips.

El fondo barrial captado con baja resolución es reemplazado, a medida que crecen las reproducciones y aumenta la convocatoria a los shows, por una Argentina, con mejor calidad cinematográfica, pero devenida escenario decorativo donde el trapero despliega el sponsoreo de las grandes marcas internacionales de lujo. Al final, cuando el trapero se pegó definitivamente, el fondo autóctono es sustituido por los VIP de los boliches, la trastienda festiva tras los grandes escenarios, los yates, las mansiones en Miami, Colombia o cualquier otro país. De lo nacional, en medio del spanglish caribeño, sobrevive un poco de lunfardo. Acompañando esta evolución audiovisual, el dólar llueve desde el techo, es interminablemente contado y manoseado por los traperos, y todo sucede con una velocidad subliminal de videoclips que deja semillas de fiebre verde a puro flow y choques retinales.

L-Gante.

En la vorágine visual aparecen, cual señuelos demoníacos, las grandes marcas que los traperos, en sus letras, y como si nunca se cansaran de ello, repiten una y otra vez. En medio de una fiebre consumista de marihuana, que se superpone a la fiebre verde del dólar, desfilan visualmente productos y logos cual si estuviéramos asistiendo a una boutique elitista donde jamás se termina la fiesta.

El trapero, espiritualmente poseído, es, en clave ricotera, el maniquí o bufón cortesano que, con lenguaje vulgar, normaliza el sistema político neofeudal de marcas de lujo como AMIRI, Chanel, Lamborghini, Armani, Ferrari, Gucci, Louis Vuitton, Cartier, Balenciaga, Versace, Christian Dior, Lacoste, Polo Sport, Rolex, Dolce & Gabbana, Tom Ford, Givenchy, Fendi, Bentley, Patek Philippe, Christian Louboutin, Bulgari, Balmain, Supreme, Prada, Valentino; marcas Premium como Guess, Reebok y Puma o marcas de prestigio o lujo aspiracional como Zara y Nike, entre otras. El mensaje, continuamente machacado, es la realización personal escindido por completo de la suerte de la comunidad. Es, en mayor o menor grado, un intento estético por acercarse, jugando, a la idealizada élite audaz del hampa glorificada por el malianteo. Asistimos, por lo tanto, a las fotografías de un flow vacío que precede a la sumisión: otra agachada más.

El día anterior al debate presidencial, Néstor en Bloque, cantante de cumbia, publicó el videoclip de la canción “Matando la liga” junto a los siguientes personajes de la escena urbana argentina: Papichamp, cantante de música urbana; El Melly, rapero de Fuerte Apache; Ponte Perro y Nahuel Herrera, cantantes de RKT; Magoman, grupo de cumbia; Massi Nada Más y Rjota, cantantes del género urbano latino; LaNota, artista y compositor urbano; Fili Wey, trapero oriundo de la villa Puerta de Hierro de La Matanza  y John C, rapero y trapero tucumano. 

Durante el video, estos referentes, en algunos planos veloces, interactúan de diversas maneras con esos dólares deseados con tanto fervor: los billetes son exhibidos en fajos sobre los capós de camionetas, metidos en la cintura de los pantalones, mostrados ante las cámaras y contados junto a cadenas de oro, algunas de las cuales tienen tallado el símbolo Illuminati del ojo de Horus junto al compás y la escuadra masónicos simplemente porque, de pronto, se volvió piola jugar a ser el gatito mimoso de algún poder maléfico, así sea imaginario.

No obstante, para delinear la fisonomía audiovisual de esta fiebre verde o dólartrap, tomaremos algunos videoclips correspondientes al  período 2020-23.

En el video de la canción “Ku´” de Lit Killah vemos al rapero estadounidense De La Ghetto sentado ante una mesa llena de fajos de dólares mientras fuma un habano junto a una muchacha. El video fue filmado en la galería Bond Street, ubicada en el barrio de la Recoleta. El mismo concepto se repite en “Diamante en bruto”, publicado en la página de YouTube del trapero C.R.O.

En las canciones “Lo olvidaste”, del trapero de 24 años Dani Ribba, y en el videoclip de la canción “Herencia”, del trapero argentino Lil Troca, de 20 años, una máquina se encarga de la contabilidad de los billetes verdes. Son estos mismos papelitos verdes los que llueven en un momento del video de la canción “Bad boy”, también de Lil Troca, y en el video de la canción “Normal” de G Sony, sólo que,  en este último caso, cuando caen sobre la concurrencia, se reanuda la fiesta que previamente había sido interrumpida.

Los siguientes dos videos son de Lucho SSJ, de quien ya hemos hablado. En “Cuenta de Banco” el papel moneda norteamericano es el objetivo de varios asaltantes que ingresan a un banco, sin embargo, a la luz de la letra, la operación criminal no es ejecutada como un acto romántico de justicia social subversiva sino como metáfora del trapero que con su éxito individual asalta la escena de la música urbana nacional. En el video de la canción “Jimmy Fallon” la transmisión es interrumpida en tres oportunidades por una placa que dice, en inglés,  “technical difficulties, please stand by” con una caricatura de Lucho SSJ recostado sobre una pila de dólares.

El videoclip de la canción “Bounce” de Cazzu se desarrolla en el VIP de un cabarulo. Los hombres son retirados por instrucción de la madama (interpretada por la Señorita Bimbo) y reemplazados por la trapera y sus amigas, quienes franelean con las strippers arrojándoles dólares y bebiendo champagne.

El videoclip de la canción “Trucho remix” de Perro Primo, transcurre en un taller mecánico con autos de alta gama y bailarinas. Durante el video observamos algunas sospechosas transacciones con dólares, especialmente una escena donde un tipo deposita un bolso explotado de dólares sobre un escritorio.

En su videoclip “Mucho culo”, del mismo Perro Primo, ofrece dos mil dólares a quien triunfe en una picada de autos.  El videoclip de “Pa comer y Pa Llevar”, canción de Perro Primo, es un dibujo animado donde en tres momentos se repite la imagen hipnótica de un culo nalgón festejado por los billetes yanquis.

En el videoclip de la canción “Espinaca”, publicado en el sitio de YouTube del trapero rosarino Kódigo, y que cuenta con las participaciones del chileno NFX y el salvadoreño Zaki, vemos a los tres en una cancha de tenis. En cuatro momentos, que duran apenas un pestañeo, un panel formado por fajos de billetes de cien dólares ocupa toda la pantalla.

El videoclip de la canción “Koko” transcurre en un 2030 distópico donde la música ha sido prohibida, por lo tanto Kódigo se ve obligado a contrabandear sus discos, sin embargo la moneda de intercambio es el dólar. El videoclip de “No time for giles” nos muestra al trapero junto a una boxeadora contando dólares en medio de una ronda de pandilleros.

En el videoclip del tema “Fomo” de la trapera Saramalacara y del trapero Muerejoven vemos imágenes de la Rip Gang haciendo cosas como comer pollo KFC, beber y fumar porro. Con las siguientes barras, “tienen frío/ yo los tapo con el cubrecama”, aparece en el suelo una figura formada por billetes de cien dólares.

La versión remix de la canción “Teca” de Asan y Bhavi cuenta con la participación de los traperos argentinos Rei, Midel, Ysy A y Neo Pistea. Los seis, vestidos de oficinistas, juegan al minigolf mientras beben y cuentan dólares.

El videoclip de “Claro que sí” de Bhavi transcurre en un yate junto a varias modelos. Allí lo vemos, junto al trapero Ysy A, divirtiéndose con las chicas, bebiendo, fumando y contando los dichosos billetes. 

En el videoclip de la canción “Baby Boo” el trapero Franky Style, rodeado de strippers, bebe, fuma marihuana y cuenta dólares. En el videoclip de la canción Coco, también de Franky Style, con participación del rapero argentino Obie Wanshot, vemos nuevamente billetes de cien dólares. Lo mismo ocurre en el videoclip de la canción “Barón B”, que cuenta con la participación del trapero Lil Troca. En el video de la canción “Detrás del dólar” Franky Style fuma y comparte tragos con tres señoritas. Sobre una mesa ratona, entre vasos y botellas, hay fajos con billetes de cien dólares. Toda una naturaleza muerta.

Para el semiólogo y teórico cinematográfico francés Christian Metz la materialidad del cine está constituida por cinco categorías que, adaptadas a nuestro análisis, son las siguientes: las imágenes (que pueden ser fotográficas, móviles y múltiples), los trazados gráficos (o menciones escritas que aparecen en pantalla), el sonido fónico grabado (o lo que canta el trapero), el sonido musical (los beats) y el ruido grabado (sonido que no es ni fónico ni musical). Si no fueron elocuentes los ejemplos anteriores, con los siguientes veremos cómo, de la combinación de por lo menos dos de estos elementos, uno de los cuales siempre es una representación visual del dólar, cobran un nuevo sentido ideológico las otras categorías, especialmente las letras de las canciones.

En el videoclip de “Money machine” de Lucho SSJ, las imágenes móviles de dólares flotando ante una luz rojiza acompañan al siguiente sonido fónico grabado: “les falta camino, los billetes, primo / siempre los exprimo / me llegan, los gasto, parecen que imprimo / y a ver en diez años si suena su name”.

En  “Chapiadora” las imágenes móviles de billetes de 10 y 20 dólares cayendo sobre un fondo negro son acompañadas de las siguientes barras de Cazzu: “Chapi, Chapi, Chapi, Chapi / pensando en el money papi a todas hora´/ tengo una gata que cuenta billete´ todo el día, parece contadora”.

El videoclip de la canción “B.U.H.O.” de los traperos Midel, Arse y Khea, publicado en la página de YouTube del sello discográfico argentino Mueva Records, es un dibujo animado con varias imágenes móviles de billetes verdes. El video termina con un fondo negro sobre el cual caen billetes de cien dólares mientras, como trazados gráficos,  aparece primero la palabra “próximamente” y a continuación la palabra “millonario”. El video de la canción “Rulai” de Kódigo también es un dibujo animado con imágenes móviles de billetes verdes y finaliza con las siguientes barras en inglés mientras vuelan emojis de dólares con alitas: “The money on my pocket again / makin´ the money, ya ya ya ya ey”.

En el videoclip de la canción “Teca” los traperos Asan y Bhavi explican una estrategia comercial mediante un dibujo –una imagen cuasi fotográfica- alusivo a la moneda norteamericana.

Todos estos videos, de los cuales podría realizarse una lista más exhaustiva,  contabilizan en YouTube más de 306 millones de visualizaciones. La cantidad de espectadores se multiplicaría si incluyéramos las videorreacciones. 

Esta recopilación, algo desprolija, que rastreó la fiebre verde en algunas canciones y productos audiovisuales de la música urbana sirve, al menos, para demostrar que las afirmaciones de los dos repartidores de la primera parte de este artículo, cuyas nociones sirvieron de puntapié para esta empresa, tienen un sustento material (“materia significante”, diría el semiólogo, sociólogo y antropólogo argentino Eliseo Verón).

Si sumamos todas las visualizaciones y escuchas de las obras mencionadas en este artículo, llegamos a una cifra cercana a las tres mil millones de reproducciones. Esta cifra indica que la fiebre verde, arraigada en amplios sectores de la juventud argentina, y alimentada por la industria detrás del fenómeno de la música urbana, está lejos de disminuir; sobre todo si, debido al sesgo ideológico del nuevo gobierno, siguen profundizándose las condiciones económicas, políticas, sociales y culturales de colonización que nos han traído hasta este presente de vaciamiento. 

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