Internacionales

Ingreso al Grupo BRICS: agua en el desierto

Un análisis geopolítico del bloque de naciones conformado por Brasil, Sudafrica, Rusia, India y China, su expansión, el ingreso argentino al grupo y los posibles beneficios, y el futuro del sur global en el concierto internacional, monopolizado por el G7.

28 de Agosto de 2023

Por David Pizarro Romero (*)

La Argentina ha sido formalmente invitada a pertenecer al grupo BRICS, junto a otros cinco estados, e ingresará oficialmente a partir del 1 de enero de 2024.

Los BRICS, integrados hasta ayer por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, no se asemejan a una alianza militar al estilo de la OTAN, ni adoptan una estructura formal como la Unión Europea, ni funcionan como un bloque comercial como el Mercosur. Surgieron en 2009 como una respuesta alternativa al G7, y funciona como un foro para discutir asuntos globales y tomar decisiones de manera conjunta.

Sin embargo, el grupo viene mostrando su aspiración de trascender esta función inicial y convertirse en una suerte de plataforma que, aún flexible y sin líderes establecidos, posee una institucionalidad limitada. Su objetivo es impulsar una infraestructura internacional distinta, tanto en paralelo a la actual, ejemplificada por su banco de desarrollo, como a través de la demanda de reformas al sistema creado después de la Segunda Guerra Mundial. 

El contexto actual difiere notablemente del que se presentaba en 2009, y esto puede ser una de las razones principales detrás de la expansión del bloque en su segunda ampliación, la cual ha sido considerablemente mayor que la primera. En el momento en que Sudáfrica se unió para formar parte de los BRICS, el grupo representaba alrededor del 26% del Producto Interno Bruto (PIB) global, bastante lejos todavía del casi 35% que representaba el G7 integrado por Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y Japón (ver figura 1). 

A esta situación se añade un escenario político internacional distinto al que existía hace trece años. En aquel momento, la política de Estados Unidos como líder global y promotor de la democracia, aún no mostraba signos de crisis, aunque empezaba a surgir. No obstante, nadie cuestionaba su supremacía en términos militares, comerciales o financieros. Era impensable que otra potencia se interpusiera como mediadora para resolver conflictos diplomáticos en el Medio Oriente, o que Washington tuviera que amenazar públicamente a sus aliados europeos más cercanos o a la región que históricamente consideraba como su esfera indiscutible de influencia, América Latina, con el fin de evitar que aceptaran inversiones y tecnología provenientes de una potencia rival.

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Hoy, esta realidad ha cobrado forma.

Este año, China asumió el papel de mediador en la restauración de relaciones diplomáticas entre dos potencias que durante décadas compitieron por la influencia político-religiosa en el Medio Oriente: Arabia Saudita e Irán. Curiosamente, ambos países son parte de los seis invitados a unirse a los BRICS a partir del 1 de enero de 2024. El espectacular ascenso económico de China ha reconfigurado el comercio, la inversión y las cadenas de suministro mundiales. La destreza manufacturera del país, su enorme mercado de consumo y su crecimiento impulsado por la innovación lo han catapultado a la vanguardia de la economía mundial.

Aunque la India está todavía un par de pasos por detrás, su enorme población y su pujante industria tecnológica la sitúan en una buena posición para convertirse en la segunda superpotencia económica del bloque. Mientras tanto, Rusia, Brasil y Sudáfrica aún están luchando por cumplir con sus propias expectativas, y sus economías se han contraído en los últimos años.

Sin embargo, a pesar de que los ultimos tres países mencionados no han alcanzado el peso esperado, los BRICS superaron al G7 en términos de PIB combinado en 2023. Esto es, medido en paridad de poder adquisitivo, es decir, ajustado a las diferencias de poder de compra. Según el FMI, el bloque representa colectivamente el 32,1% del PIB mundial este año. Esta cifra es superior al 29,9% del G7.

Los países del Brics representaron el 32% del PIB mundial, frente al 30% del G7. El resto del mundo aportó el 39% restante.

Este ascenso de los países BRICS, aunque no exento de dificultades y disparidades dentro del grupo, ha dado lugar a un aumento de los llamamientos en favor de una gobernanza mundial más inclusiva y representativa, añadiendo más peso a las voces que se desvían de las políticas diseñadas por el G7, liderado por Occidente. En ningún lugar ha sido tan evidente esta desviación como en la respuesta a la invasión rusa de Ucrania. Mientras que el G7 condenó el ataque e impuso estrictas sanciones a Rusia, ninguno de los miembros del BRICS ha denunciado las acciones de Rusia ni se ha sumado a las sanciones.  Y es que, a pesar de las divisiones entre los miembros de los BRICS, existe un consenso emergente de que el orden internacional no funciona y se necesita uno nuevo.

Encuentro en Johannesburgo

La cumbre de los líderes de los BRICS que tuvo lugar esta semana en Johannesburgo ha sido crucial para la trayectoria del bloque. El presidente ruso Vladimir Putin no asistió debido a una orden de detención de la Corte Penal Internacional. Pero Moscú y Pekín presionaron para que se amplíe el grupo en un intento de fortalecer el bloque como alternativa al orden internacional liberal liderado por Estados Unidos. Más de 40 países han solicitado su adhesión.

Como mencionamos al principio, seis de ellos (entre ellos la Argentina) han recibido una invitación formal para integrarse, y aunque se decía que Brasil temía que la ampliación diluyera su influencia y afectara su política exterior de no alineación, parece ser que el presidente Lula da Silva ha sido el más férreo defensor del ingreso de la Argentina. “Defiendo que los hermanos de Argentina puedan participar en los BRICS. Vamos a ver cómo queda en la reunion, pero es muy importante que Argentina esté en los BRICS”, dijo públicamente.

Ahora, ¿cuál es la relevancia geopolítica de esta cumbre? Muchos estados del mundo tienen sus ojos puestos en la cumbre de los BRICS que se está celebrando en Johannesburgo, en parte porque juntos los países BRICS abarcan una población de 3.500 millones de personas, lo que representa un segmento sustancial de los mercados emergentes mundiales. 

En un principio, los países se agruparon a finales de la década de 2000 en torno a cuestiones financieras, de desarrollo y comerciales. Sin embargo, el bloque se ha convertido en el símbolo de una de las caras de la moneda en un mundo de enconada rivalidad estratégica y creciente multipolaridad.

En esta narrativa, las economías avanzadas del G7 -Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos (y la Unión Europea)- están en el lado opuesto. Aunque Brasil ha discrepado de este encuadre antioccidental, la gran atención prestada a los BRICS en todo el mundo ha contribuido a la campaña retórica de China y Rusia para enfrentar a 'Occidente' con 'el resto'.

Con la guerra de Rusia en Ucrania y la escalada de tensiones entre China y Estados Unidos, cada vez se pide más a los países que adopten posturas del lado de uno u otro bando. Sin embargo, no se trata de una repetición de la Guerra Fría. Las llamadas 'potencias intermedias' tienen una cuota mucho mayor de influencia global en la política internacional actual. Los BRICS suelen considerarse un espacio clave para dichas potencias, en particular los Estados no occidentales del Sur Global. 

Agua en el desierto

Luego de finalizada la cumbre, la expansión de los BRICS ha sido uno de los temas más comentados. Más de cuarenta países han solicitado su adhesión al grupo. Con el ingreso de los seis elegidos, Argentina, Irán, EAU, Egipto, Arabia Saudita y Etiopía, es probable que estos países disfruten de una relación especial con los miembros del Nuevo Banco de Desarrollo, fundado por las naciones BRICS, y que proporciona financiación a muchos Estados que buscan alternativas al Club de París, dominado por Occidente.

Esto para nuestro país es agua en el desierto.

Un punto importante que se tocó en la cumbre fue el tema del uso del dólar como moneda de cambio. Aunque no figuró formalmente en el orden del día de la cumbre, la 'desdolarización' es una cuestión prioritaria para muchos países del BRICS y las docenas de otros estados asistentes. Algunos han sugerido que el BRICS establezca su propia moneda para frenar la dependencia del dólar estadounidense, pero la mayoría de los observadores lo ven inviable. Lo más probable es que los países del BRICS y otros socios continúen la tendencia de comerciar en sus propias monedas locales en lugar de utilizar el dólar. El banco de los BRICS ya presta en yuanes chinos y anunció que también lo haría en monedas sudafricanas y brasileñas. Además, muchos miembros potenciales esperan tener influencia dentro de una coalición creciente de Estados no occidentales con ambiciones de remodelar el orden mundial.

Lo emergente y multipolar

A medida que la competencia entre Estados Unidos y China se ha intensificado en la última década, Pekín ha intentado posicionarse cada vez más como líder de un mundo multipolar emergente. Su Iniciativa de Seguridad Global, lanzada el año pasado por Xi Jinping, es un intento de crear un nuevo orden de seguridad global que, según Pekín, es más capaz que el sistema liderado por Occidente de hacer frente a los desafíos de la paz y los conflictos. Dado que, como mencionamos previamente, los BRICS ya representan el 40% de la población mundial y una cuarta parte del PIB mundial, su incorporación al bloque significaría que los BRICS serían un grupo más fuerte e influyente, que impulsaría aún más la multipolaridad. 

Por su parte, Moscú también está interesado en avanzar hacia un mundo multipolar y ve en la expansión del BRICS una forma de socavar el orden internacional liberal. Aislada por Occidente tras su invasión ilegal de Ucrania, Rusia ha recurrido al Sur Global para ayudar a mantener su economía a flote. Así, un BRICS más grande ayuda a aislar a Moscú de las sanciones y el oprobio occidentales. Y la asistencia de docenas de países a la cumbre será vista por Moscú como una señal positiva respecto a su posición internacional. 

Sudáfrica también ha sido partidaria de la expansión del BRICS. Antes de la cumbre, el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, dijo que quiere que más países africanos se unan al bloque y se asocien con él, e invitó a más de treinta líderes africanos a participar en la cumbre de esta semana.

India y Brasil lo ven de forma un poco diferente. Aunque es el séptimo país del mundo en población, Brasil no tiene el peso diplomático de Rusia o China, y cree que la expansión de los BRICS disminuiría su influencia en el bloque y como líder del Sur Global, eso último hace aún más relevante y valorado el decidido apoyo de su presidente para el ingreso argentino. India teme que el bloque adquiera una orientación abiertamente antioccidental, y al ser una de las naciones fundadoras del movimiento de los no alineados durante la Guerra Fría, ha mantenido este legado en medio de la actual competencia entre grandes potencias. Aunque es miembro de la agrupación BRICS y de la Organización de Cooperación de Shanghai fundada por China y Rusia, la relación de Nueva Delhi con Estados Unidos ha alcanzado nuevas cotas en los últimos años, y aparte es miembro de la Cuadrilateral (junto con Japón, Australia y Estados Unidos), un esfuerzo nada sutil por competir con China en el Indo-Pacífico. De hecho, contrarrestar la agresión y la influencia chinas en el patio trasero de India es la 'piedra angular' de la cooperación entre Estados Unidos e India, según el experto en Asia Meridional del USIP Daniel Markey.

Los nuevos integrantes

Para los seis países invitados, también existe la frustración por el orden internacional liberal y les molesta lo que perciben como hegemonía de Estados Unidos, con las sanciones estadounidenses y occidentales a la cabeza de la lista de irritantes. Para ellos, el BRICS representa una alternativa.

Por otro lado, la integración de los nuevos miembros podría afectar directamente a la toma de decisiones del BRICS, que funciona por consenso. Más miembros significa que esos acuerdos serán más difícil de alcanzar, ya que cada país tiene sus propios intereses, prioridades y relaciones.  

Los países adheridos también podrían ser decisivos en la trayectoria del BRICS. ¿Se convertirá en el tipo de bloque antioccidental que buscan China y Rusia? Irán, por ejemplo, estaría más que encantado de seguir el ejemplo de China y Rusia en la promoción de una alternativa al orden liderado por Estados Unidos. Pero un país como Arabia Saudita, a pesar de los muchos problemas en su relación con Washington, probablemente esté menos inclinado hacia esa orientación, ya que valora sus lazos de seguridad con Estados Unidos.

Nuevo orden internacional

La última y reciente cumbre de los BRICS se celebró en medio de un período tumultuoso de la política internacional. La intensificación de la competencia entre Estados Unidos y China y la guerra de Rusia contra Ucrania han acentuado las tendencias geopolíticas. Muchos países, incluidos los socios tradicionales de los EEUU, están frustrados por el orden internacional liberal e insatisfechos con la unipolaridad posterior a la Guerra Fría. Hoy más que nunca está llegando el momento de la multipolaridad, aunque EEUU todavía es la primera potencia global, su hegemonía está siendo discutida a nivel económico, político, tecnológico e incluso cultural y militar. Está llegando el momento de las potencias emergentes que buscan rediseñar la política internacional, el eje geopolítico se está corriendo del Atlántico al Indo – Pacífico y que la Argentina pueda entrar al principal grupo de potencias de nivel medio que lideran este cambio es algo grandioso y muy auspicioso para el futuro. 

Para resumir: hasta la reciente expansión anunciada, los BRICS representaban aproximadamente el 30% de la economía global, cerca de la mitad de la población mundial y alrededor del 30% del territorio total del planeta. 

Además, en los últimos años, han contribuido a más del 50% del crecimiento del Producto Bruto Interno a nivel mundial. La inclusión de países como Argentina y el interés de más de cuarenta naciones en sumarse hacen que este grupo ampliado se posicione como uno de los actores más influyentes en la arena internacional. Juntos, podrán ser la voz de las economías emergentes, históricamente relegadas en los foros internacionales.

El Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS extendidos podría convertirse en un instrumento de gran relevancia para reconfigurar la arquitectura financiera global, redirigiéndola hacia la productividad en lugar de la especulación financiera. Esta estrategia marcará el camino hacia la prosperidad y el bienestar de nuestras sociedades. La propuesta de utilizar monedas locales para las inversiones y el comercio entre los miembros desempeñará un papel crucial en la economía mundial. Algo de esto ya es una realidad y mucho todavía es aspiracional, pero todo indica que se está yendo en la dirección correcta. 

La potencialidad de los BRICS ampliado es enorme gracias a las reservas de recursos minerales y energéticos (EAU, Arabia Saudita e Irán se encuentran entre los primeros diez productores de petróleo del mundo, y Rusia, China y Brasil los siguen de cerca), su capacidad como grandes productores de alimentos (Argentina, Rusia, China, Brasil y la India están entre los diez primeros productores del mundo), y el crecimiento significativo de nuestras capacidades tecnológicas.

La consolidación de los BRICS adquiere una importancia central para el progreso de los países del Sur Global. Este espacio representa naciones que enfrentan retos y necesidades similares, facilitando así la colaboración para reforzar nuestro desarrollo. 

La ampliación de este ámbito es esencial para construir un orden global más equilibrado, donde la cooperación prevalezca sobre la confrontación, el progreso productivo supere a la especulación financiera y el respeto mutuo guíe en lugar del intervencionismo unilateral. Y también la integración económica reemplace las sanciones desfasadas y la transferencia de tecnología venza los bloqueos tecnológicos.

(*) Licenciado en Historia (USAL). Maestrando en Estrategia y Geopolítica por la Escuela Superior de Guerra del Ejército Argentino. 

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